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miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿DEGRADACIÓN O CONDICION HUMANA?

Por Elizabeth Gómez Etayo y Germán Ayala Osorio,
Docentes Universidad Autónoma de Occidente

Varios estudios sociológicos consideran que la pobreza es una situación donde todos los derechos humanos están vulnerados. Es, entre otras, una prueba de hasta dónde resiste la condición humana circunstancias abiertamente indignas, pero que terminan aceptándose porque así lo dicta la economía del sistema mundo-capitalista o porque la solidaridad humana es escasa. Insistimos en que la condición humana tiene un lado perverso. Y es así porque exhibe una inteligencia arrogante, capaz de hacer sufrir a todo ser que respire y sienta en este mundo. Una inteligencia que si bien ha estado al servicio de la salud, de la guerra y de todo eso que llaman progreso, pocas veces ha estado al servicio de la felicidad.
La exclusión social y la inequidad en la distribución de los recursos son ambientes propicios para que la vida de los seres humanos cada vez valga menos. Aunque en la opulencia a la vida también se le pone precio, es en condiciones de pobreza y miseria, cuando ésta se subvalora de tal forma, que sólo alcanza notoriedad en los textos noticiosos, verdaderos obituarios en los que los pobres son importantes.
A diario conocemos distintos ejemplos de degradación humana que dan cuenta de ello, alimentando una bomba social cuya explosión se dilata, pero que se constituye en una amenaza latente. La pobreza no es la causa de la violencia, por supuesto que no. Es la riqueza concentrada y la inequidad en la distribución de los recursos lo que genera un odio social que nos está llevando a estos casos extremos de degradación humana. También la falta de una educación integral que nos prepare no sólo académica, sino humanamente para vivir en sociedad de manera solidaria. También contribuye a esta degradación, la promoción de una cultura banal donde se ha perdido el sentido de la vida como valor supremo.
Una industria cultural que empobrece la condición de la mujer al exhibirla como una mercancía, como un objeto sexual consumible al mejor postor; una publicidad que insiste en ponerla como objeto decorativo en eventos, fiestas, exposiciones; una cultura machista de la que hacen parte millones de mujeres, que crían hombres dependientes quienes esperan con ansia ser atendidos por mujeres (madres, hermanas, amigas) en disímiles prácticas sociales. Un Estado precario que sólo sirve a intereses privados, es también responsable de la debacle de una sociedad sin referentes morales y éticos que soporten las complejas condiciones económicas y culturales en las que el mundo entero sobrevive hoy.

El mes pasado en Bogotá un joven habitante de la calle agredió con ácido en el rostro a un hombre que se negó a darle una moneda. En Cali, un niño de 10 años mató a un joven de 14 años arrojándole una roca en su pecho. En Medellín un joven sicario es también estudiante de psicología, va y mata y vuelve a sus clases. En Antofagasta (Chile) un vallecaucano es asesinado a palazos por su jefe, luego de que el primero le pidiera un adelanto en el salario para celebrar sus 50 años, al parecer ambos estaban embriagados y comenzaron una riña que terminó en este crimen. En Quibdó dos niños de 10 y 12 años, fueron asesinados con golpes de piedras en la cabeza, el crimen no se ha esclarecido. En Bogotá un hombre asesinó a su exesposa, a su excuñada y al esposo de esta última, el agresor huyó en un taxi sin que aún se tengan pistas de él. También en Bogotá un hombre le disparó en el ojo a un taxista, argumentando que no estaba de acuerdo con la tarifa que éste le había cobrado.
Si hacemos un recorrido por el mundo, el panorama no es mejor. Los episodios del “bowling” en Estados Unidos, conocido como el “matoneo” en Colombia, siguen siendo tristemente noticia. Al igual que los casos de hombres en Europa que asesinan a personas masivamente, esto para hablar sólo del mundo occidental. Es posible que haya en todos estos episodios de violencia una triste condición humana de androginia, donde el ser humano es lobo para sus congéneres, como ya tempranamente lo anunciaba Thomas Hobbes, sin embargo, a pesar de esa condición netamente humana, creo que le cabe responsabilidad al Estado en garantizar condiciones para que esas situaciones funestas se puedan evitar y en caso de que la violencia sea extrema, entonces que haya controles pertinentes contra tales desafueros. En todo caso, lo que resulta más impactante son esos extremos se sevicia donde hasta los niños han participado. Los límites de lo permitido cada vez son más borrosos y nuestro proceso de civilización parece que fuera en retroceso.
Ha pasado el ser humano millones de años tratando de avanzar en un proceso largo de civilización, de autocontrol, de minimización de esa tensión natural que hay entre servir y dañar, entre acompañar y someter, entre amar para soñar y entre amar para anular, y aún no encuentra el camino para evitar estos episodios. Hay mucho por hacer, pero también hay que dar cabida a la posibilidad de que su condición de lobo sea superable.

CARTA AL NIÑO DIOS

Mi hija de 2 años y 5 meses me sorprendió, una vez más, con su respuesta a la clásica pregunta de los adultos: “y tú, ¿qué le estás pidiendo al niño dios?”. “Nada mami”. Eso me respondió. En su infinita inocencia sabe que lo tiene todo y por eso no le pide nada al niño dios. Tiene buena salud. El amor de una familia. Primos para jugar. Abuelitos que la consienten. Tías que la miman. Una mamá que la adora y un mágico mundo en su mente infantil donde todo es posible. Y ya que mi hija no le pide nada al niño dios, aprovecho entonces yo, para hacerlo en su lugar. Querido Niño Dios: Te pido que los niños y las niñas puedan disfrutar de una infancia feliz y que no tengan que acceder prematuramente a un mundo adulto que los presiona a crecer. Te pido que los y las jóvenes encuentren el placer de leer un libro, de conversar con amigos, de montar en bus e ir a cine solitos sin que los acechen los peligros modernos. Que las mamás y los papás tengan tiempo en cantidad y calidad para disfrutar con sus hijos e hijas. Que los enamorados disfruten de tardes enteras de besos y caricias sin los nuevos riesgos del amor plastificado. Te pido que los viejitos y las viejitas puedan disfrutar de una vejez tranquila, haciendo crucigramas y viendo crecer a sus nietos. Que las tías maduritas puedan disfrutar de la compañía de buenas amigas con quien conversar y reírse a carcajadas con buen un amante o solas si así lo desean. Que mis compañeros de trabajo no pierdan el buen humor, a pesar de las afugias propias de la vida adulta. Que mis amigas sigan siendo esas hermosas mujeres aguerridas y mis estudiantes sigan siendo jóvenes inquietos. Que los gobiernos entiendan que las crisis humanitarias por desastres naturales no son un castigo divino. Que la naturaleza nos perdone por todo lo que la hemos violentado. Y que nuestra sabiduría cada vez sea mayor para comprender la crisis generalizada que vivimos. Que aprendamos a fluir en vez de atacar. Que aprendamos a dar y recibir. Que encontremos la paz en el silencio o en el ruido, pero que encontremos paz. Que las gorditas coman postres sin culpa y las flaquitas luzcan atuendos sin vergüenza. Que los hombres sean más sensibles y las mujeres más arrojadas. ¡Que tengamos todos, un feliz nacimiento al amor! Que así sea, querido niño Dios.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Derechos Humanos en Colombia: ¿Una mentira?

Desde 1948 la Organización de las Naciones Unidas, ONU, declaró el 10 de diciembre como el día internacional de los Derechos Humanos. Esta fecha es conmemorada en distintos rincones del mundo occidental con el ánimo de analizar cómo están las distintas naciones en materia de derechos. Ayer, 14 de diciembre, se realizó en la Biblioteca Departamental de Cali, un foro para discutir sobre la situación de los derechos humanos en la ciudad, a partir de tres aspectos: 1. ¿Quiénes son los defensores y las defensoras de los derechos humanos? 2. De ¿quién es la responsabilidad de promover y defender los derechos?, y 3. ¿Cuál es el papel que juegan los medios de comunicación en la promoción de los derechos humanos?; para ello fueron convocados distintos medios de comunicación locales, regionales y nacionales, como también distintas organizaciones sociales y representantes estatales.
Era una mañana de fuerte aguacero y por eso el evento inició tarde, pues Cali estaba colapsada, dadas las inundaciones en distintos rincones de la ciudad. La lluvia fue la primera justificación que se dio para tratar de entender por qué ninguno de los representantes de los medios de comunicación, prensa, radio y televisión, de los tradicionales y de los alternativos, de los universitarios y de los menos destacados, no fueron. Ninguno fue. ¡Ninguno! En ¿dónde quedó su responsabilidad social? ¿Con qué criterio y autoridad esos mismos medios exigen respeto a los derechos humanos, si a ellos mismos el tema sólo les interesa cuando hay víctimas mortales?
Si la lluvia fuera pretexto para no llegar a nuestros destinos, entonces nos tocaría quedarnos encerrados en casa, porque el cambio climático y el efecto invernadero ya son una realidad con la que debemos convivir y tratar de comprender para menguar sus impactos. Tampoco asistieron las instancias del Estado que defienden los Derechos Humanos, como la Personería y la Defensoría, que fueran previamente invitadas. La mesa estuvo compuesta por la representante de la Oficina de Paz de la Alcaldía de Cali, el Coordinador de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las ONU para los Derechos Humanos, Daniel Atchebro y yo como moderadora del evento.
Avanzado el foro, que realmente se convirtió en una jornada de denuncia de los dolientes asistentes, cuyos familiares han sido víctimas de distintas formas de violación de derechos humanos y por tanto ellos también, se empezaron a elucidar distintas hipótesis que quiero compartir, haciendo las veces de reportera y ocupando el lugar que los representantes de los medios de comunicación dejaron vacío una vez más, cuando las denuncias sociales reclaman su presencia. Una mujer dijo: “Mientras los grandes medios de comunicación sigan estando en manos de las élites económicas de este país, los desposeídos, los pobres, los excluidos, los desplazados, los indígenas, los afrodescendientes, los trabajadores y las mujeres no tendremos un lugar destacado en la gran prensa. Nosotros no somos noticia, ni tenemos cómo pagar una nota”. El público de este foro considera que sólo son noticia cuando el morbo, la farándula, el sexo o la sangre puedan satisfacer el apetito de las audiencias y el de los medios que sobreviven y justifican su presencia gracias a las mediciones de rating. Si hiciéramos una movilización en la calle y alteráramos el orden público, quizás llegarían, dijeron.
Aceptado por consenso esta explicación para comprender la ausencia de los medios de comunicación, la palabra empezó a circular por la boca de gentes humildes que aprovechan en este espacio para hacer sus denuncias. Un espacio que terminó sirviendo de terapia colectiva para expresar distintos dolores donde el único consuelo es ser escuchado por otro ser que tiene un drama peor o similar al que cada uno expresa. Fue así como hablaron la señora que hace parte de la Asociación de Mujeres de Corteros de Caña; cuyos esposos han sido judicializados por reclamar sus derechos a un trabajo digno y denunció que el 6 de diciembre, luego del fuerte aguacero y de que se inundaran los alrededores del sector conocido como Juanchito, en las inmediaciones del Río Cauca, la población desesperada e inerme pidiera al Estado ayudas como carpas, alimentos, frazadas y todo lo que pudiera menguar los efectos del periodo de lluvias, sin embargo, lo único que obtuvieron como respuesta por parte del Estado fue la llegada del ESMAD para controlar los disturbios de la población cuyos ánimos, obviamente, se crisparon luego de la desatención estatal. ¿Cómo es posible? Preguntaba la Señora ¿Cómo es posible que frente a una crisis humanitaria por inundación, en vez de ayudas, el Estado envíe una fuerza represora como el ESMAD?
Otra señora denunciaba el caso de su hija y su yerno desaparecidos desde el año 2007. Ella dice que ha participado de todas las marchas en defensa de los derechos humanos con la esperanza de que aparezcan sus familiares, no sin antes haber realizado la respectiva denuncia por “desaparición” ante el GAULA y ante todas las dependencias pertinentes. Sin embargo, cada 2 o 3 meses cuando va de nuevo a estas oficinas a preguntar por los resultados de la investigación, los papeles están perdidos, y en varias ocasiones le han dicho que ella no ha puesto ninguna denuncia, lo cual desmiente mostrando sus propios certificados; y finalmente, la empolvada denuncia aparece traspapelada entre otros miles de casos. ¿Ustedes se alcanzan a imaginar el desaliento de los familiares de un desaparecido frente a esta situación? Atención que se caracteriza por la displicencia e impaciencia de los funcionarios y que finalmente es llevada a cabo cuando alguno de ellos se conduele y le ayuda a buscar la denuncia de su hija desaparecida, para confirmar una vez más que la investigación no avanza.
También se expresó un representante de los indígenas, de los desplazados y de los campesinos que explicaba, en palabras simples, las dificultades que enfrentan para regresar a sus territorios. No se trata de no querer volver sino de que no pueden –explicaba el señor-, pues no hay condiciones que garanticen la vida y el trabajo al regresar a sus tierras. Estas personas están presas del miedo; un miedo que se agudiza en esta selva de cemento donde las miradas, no sólo intolerantes, sino de desprecio, tanto de los funcionarios públicos como del ciudadano de a pié, les hace a diario sentir que no son bienvenidos en las ciudades. Estas familias cifran sus esperanzas en una incipiente Ley de Tierras que el Gobierno actual erige como compromiso son los más de 3 millones de desplazados, pero que todavía no aborda la magnitud de la tragedia, que realmente ameritaría una Reforma Agraria.
El señor era claro en distinguir la tierra del territorio. -Eso que es tan difícil de comprender para los estudiantes de Constitución y Democracia-. Decía que allá no sólo hay un pedazo de tierra del que fueron expropiados, sino que allá está su historia, sus amigos, sus familias, sus formas de vida y que todo eso hace parte de su territorio. ¿Cómo la ley de tierras va sustituir el territorio del que fueron despojados? Dice también que a los defensores de derechos humanos en Colombia el Estado les proporciona seguridad a través de un “teléfono avantel, un chaleco antibalas, un carro y un escolta que lo puede acompañar a donde vaya”, elementos que los hace más vulnerables y que muchos prefieren no recibir, pues no confían en su efectividad. Pues con las historias de “chuzadas” y el comportamiento en entredicho de algunos agentes de Gobierno, nadie confía en que el Estado realmente pueda brindarles seguridad.
La jornada avanzaba entre denuncias y más denuncias de distintos líderes y lideresas invitados a la jornada y entre lágrimas una señora nos remueve el corazón cuando dice “todo esto es mentira”. “Perdónenme” – Sollozaba- “Todo esto es una gran mentira”. Con gran vergüenza, porque sé que tiene toda la razón, yo asiento con la cabeza tratando de manifestarle mi solidaridad. Un manto de silencio envuelve el auditorio y la señora continúa con su relato. “Llevo 11 años buscando a mi hija desaparecida. 11 años. Nadie sabe nada de ella. Nadie responde. Nadie explica y mucho menos el Estado. Muchas veces los policías me han dicho que deje de buscarla, que debe estar por ahí, -perdónenme la expresión: que debe estar por ahí en cualquier chochal; eso no se le dice a una madre desesperada buscando a su hija desaparecida hace 11 años. Yo la sigo buscando porque es mi hija. Tengo una nieta que ya va a cumplir 18 años. Pero todo esto es una gran mentira. Yo también voy a todas las actividades, así como dice la otra señora que también tiene una hija desaparecida. Voy con la esperanza de que algún día mi hija aparezca. En los representantes del Estado sólo encontramos indiferencia. ¿Cómo es posible que en este país una muchacha vaya a un supermercado a comprar un esmalte y se desaparezca? Y nadie diga nada. Nadie haga nada. Perdónenme”. El caso de estas dos madres desesperadas buscando a sus hijas, hace parte de los más de 3.700 casos de desaparecidos que hay en el Valle del Cauca. Desaparecidos e invisibilizados.
Hablaron también varios sindicalistas que nos ilustraron sobre la situación de los trabajadores sindicalizados en Colombia, perseguidos por defender el derecho al trabajo. En particular se mencionó el caso del trabajador y la trabajadora demitidos de EMCALI que se han declarado en huelga de hambre desde el 5 de diciembre, ubicados en la Plaza de Caicedo, en pleno centro de la ciudad. La razón de su protesta radica en que desde el año 2004 fueron demitidos 51 trabajadores, el caso fue llevado a la Organización Internacional del Trabajo, OIT, y a la justicia colombiana, teniendo como resultado el fallo a favor de una acción de Tutela que obliga al Señor Sabas Ramiro Tafur Reyes, Gerente Interventor de la Empresa a reincorporarlos de inmediato, sin embargo, este gerente ha desacatado la norma sin que la juez correspondiente, ni ningún otro funcionario tome medidas sobre el asunto.
Finalmente, terminamos el conversatorio con varios nudos en la garganta y con una sensación de impotencia y dolor. Sintiendo que realmente la señora tenía razón: “todo esto es una mentira”. Mientras estamos hablando de pobreza, desigualdad, desaparición forzada, desplazamiento forzado, huelgas de hambre, asesinatos, impunidad y desesperanza, en el Congreso de la República va avanzando sin mayores cortapisas una de las peores y más lesivas reformas a la justicia colombiana. ¡Efectivamente, necesitamos una reforma a la justicia! Necesitamos que la impunidad se reduzca, que los casos sean investigados y esclarecidos, que los defensores y defensoras de derechos humanos sean respetados, que la vida vuelva a tener valor y no que los militares tengan fuero especial para ser juzgados entre ellos.

lunes, 12 de diciembre de 2011

PERROS Y GATOS, EN LA MIRA DE UNA SOCIEDAD DEGRADADA

Por
Carmen Jimena Holguín, Elizabeth Gómez Etayo, Hernando Uribe Castro, Germán Ayala Osorio y Guido Germán Hurtado Vera

Durante la semana, del 5 al 9 de diciembre, dos acontecimientos abominables han circulado por los medios de comunicación, mostrando la crueldad humana y la muerte, como unos hechos más de la dinámica cotidiana de nuestra descompuesta sociedad colombiana.
El primero de ellos, perpetuado por soldados del ejército de Colombia, adscritos al Batallón Ayacucho de Manizales, en el que cinco uniformados, un cabo y cuatro soldados, asesinan a sangre fría, con impacto de fusil, a un indefenso perro de raza pit-bull, que muere por el impacto de cuatro disparos. Quizás estemos ante un burdo ejercicio de guerra, en el que el perro hace parte de la simulación de un combate, o de un ‘falso positivo’ .
Uniformados como estos, han sido elevados, por la acción mediática, al estatus de héroes de la Patria, en un juego ideológico de unos medios masivos que dan tumbos y bandazos a través de sus perversos criterios de noticiabilidad. Durante varias emisiones, especialmente los noticieros de televisión, disparan ráfagas de patrioterismo a unas audiencias encantadas y adormecidas ante el valor y el arrojo de soldados y policías. Pero de repente, esos mismos medios registran, eso sí, sin mayor cubrimiento y análisis, pues se trata de la vida de animales, simples seres, que junto a secuestrados e indigentes, entre otros, apenas si alcanzan el estatus de noticia, cuando las muerte les llega, así, de improviso.
Si bien esta es una conducta que no puede generalizarse a toda la institución castrense, sí deja mucho que decir de colombianos representantes de una fuerza armada, que deben, por encima de cualquier consideración, preservar la vida, la dignidad, el respeto y los derechos fundamentales de todo ser viviente, así muchos insistan en que los animales, al no tener conciencia, no deben ser sujetos de derechos. Cuán equivocados están, pues si nosotros los humanos, que sí tenemos conciencia, tenemos la obligación de garantizar la vida no sólo de los animales, sino de las plantas y en general, de la vida en el planeta. Por ello, el asesinato del perro no es sólo un asunto que debe ser investigado por el uso inadecuado de recursos públicos, es decir, la munición gastada (peculado), sino porque la acción muestra un alto grado de bestialidad, de “inhumanidad”, con la que algunos héroes de la patria asumen con desprecio la vida.
El comportamiento de los militares va en contravía de lo estipulado en la Ley 84 de 1989, sobre el Estatuto de Nacional de Protección Animal, en lo relativo a la protección de los animales; en su artículo 1, reza lo siguiente: “A partir de la promulgación de la presente Ley, los animales tendrán en todo el Territorio Nacional especial protección contra el sufrimiento y dolor, causados directa o indirectamente por el hombre”. Por supuesto en concordancia con lo anterior, los “héroes de la patria” que cometieron el abominable asesinato, actuaron en contravía a dicho enunciado; por ello se espera que todo el peso de la ley recaiga sobre ellos, no sólo como militares, sino como ciudadanos.
El segundo hecho, que repudiamos es la matanza de 18 perros y gatos en el municipio vallecaucano de Tuluá. Estos hechos, tal como el anterior, merecen el repudio de toda la sociedad en su conjunto, y no sólo de las organizaciones defensoras de los derechos de los animales, pues nuevamente la crueldad del hombre se ensañó contra éstos, quienes ya de antemano enfrentaban los embates del olvido y la crueldad del hombre, pues como se denunció por El Tiempo.com, “los cadáveres eran de animales callejeros, según denunció la Red de Protección Animal y ambiental”.
Todo lo anterior contrasta con el reconocimiento que se le hizo al escritor colombiano Fernando Vallejo en la pasada Feria del Libro de Guadalajara, quien afirmó, “Me siento muy honrado por el premio que me dan; no pienso que lo merezca; este diploma lo guardaré en mi casa con orgullo; y los 150 mil dólares que lo acompañan se los doy, por partes iguales, a dos asociaciones caritativas de México (defensoras de animales).” Vallejo, a quien tanto insultan en Colombia, desborda con sus acciones el discurso ventijuliero de muchos prohombres de este país que dicen defender y respetar las leyes y los derechos, pero que de alguna manera cohabitan con manifestaciones violentas como las aquí reseñadas.
Como académicos, comprometidos con la defensa de la vida en todas sus dimensiones y manifestaciones, no nos queda otra opción que la de repudiar, e instar a que los medios de comunicación como actores claves para la inscripción de problemas públicos en la agenda pública, jueguen un papel más activo, en la denuncia y develamiento del trasfondo que asuntos como los mencionados implican. No se trata sólo de entrevistar a expertos en el tema, sino de asumir un papel político en la defensa y protección de la vida, en este caso de los animales. Se trata de hacer seguimiento a los hechos y vigilar que los responsables sean castigados. A lo mejor estamos exigiendo mucho a unos medios cada vez más plegados a un gobierno y a unas fuerzas militares, que en el contexto de un degradado conflicto armado interno, ponen la muerte por encima de la vida. Hoy, combatientes de uno y otro bando, miran con desdén la vida de sus enemigos, de allí que perros y gatos terminen muertos, asesinados o abandonados por una sociedad sumida en la degradación, en la indolencia, en la insolidaridad y en un profundo desamor por sus semejantes, los animales.
En países como Estados Unidos, el abuso contra animales es un delito denominado “felony” y es penalizado con cárcel. Se asume que quienes incurran en éste son peligrosos criminales capaces de agredir a inocentes en condiciones de indefensión, pues es, inclusive, más grave violentar a un animal que a un ser humano, puesto que el animal ni siquiera tiene la mismas condiciones racionales que el humano para comprender sus acciones. Podría tenerse como referente lo que sucede en este país, para avanzar en Colombia hacia sanciones fuertes y ejemplares contra estos asesinos.
Quizás el despropósito de quienes ejecutaron estos crímenes contra animales, perros y gatos, tanto militares como civiles, en caso que estén involucrados en los hechos de Tuluá, se corresponda con un modelo de ser humano violento producto de una sociedad indolente donde la vida cada vez más vale menos. Si no vale la de un ser humano, mucho menos la de un perro o un gato. Pero asesinarlos a ellos o a los tiburones de Malpelo dice mucho de nuestra terrible condición humana y de nuestra pauperizada cultura, azuzada por el Estado y los medios de comunicación.

martes, 6 de diciembre de 2011

Violencia simbólica y medios de comunicación

Por, Elizabeth Gómez Etayo, Hernando Uribe Castro, Germán Ayala Osorio, Guido Germán Hurtado Vera y Carmen Jimena Holguín (Reflexión a varias manos)

Las ciencias sociales han dejado claro que la violencia, como mecanismo de control social, se presenta de muchas formas, unas veces, de forma física y directa, así como también de forma simbólica o invisible. Los medios de comunicación se han especializado en reproducir de manera intencionada la violencia simbólica y de transcribir la violencia física en imágenes, sonidos, videos y diálogos, especialmente, desde los intereses del discurso oficial y de la cultura dominante. Todas las formas de violencia se producen y se reproducen en estos medios masivos.

El sociólogo Pierre Bourdieu considera que los medios de comunicación ejercen una forma particularmente perniciosa de violencia simbólica y una de esas formas de reproducción es precisamente la de Ocultar mostrando, que “muestra algo distinto de lo que tendría que mostrar si hiciera lo que se supone que se ha de hacer, es decir, informar, y también cuando muestra lo que debe, pero de tal forma que hace que pase inadvertido o que parezca insignificante, o lo elabora de tal modo que toma un sentido que no corresponde en absoluto con la realidad.” (1997:24).

A partir de lo anterior, los y las docentes que escribimos este texto queremos referirnos a la polémica fotografía publicada en la revista HOLA de España y que circula por Internet, cuya temática central alude a las “Mujeres más poderosas del Valle del Cauca en Colombia”. En la referida imagen aparecen, en primer plano, cuatro blancas mujeres sentadas sobre sus muebles blancos, luciendo sus finas, aunque informales, ropas blancas con delicado decorado; y al fondo, en un segundo plano, aparecen dos mujeres negras evocando la servidumbre con sus pulcros uniformes blancos, llevando en sus manos unas bandejas con vajilla de cristal que se incluyen como parte del decorado del lugar. Para completar la escena, concebida editorialmente y aceptada por las señoras blancas, aparece, al fondo, una piscina y la vista panorámica de la ciudad. Una imagen que, sin duda, oculta mostrando.




Pero ¿Qué es lo visible y qué es lo oculto? Un ciudadano inadvertido podría decir que allí no hay nada oculto, que se trata de una simple coincidencia, una imagen natural o naturalizada por la historia, la tradición y la cultura dominante, y que la fotografía es una más dentro de las muchas que los medios de comunicación refieren en sus hechos “noticiosos de la farándula”; sin embargo, para quienes intentamos entender y develar los mensajes que diariamente circulan, es claro que las imágenes revelan hechos ocultos, historia, tradición, dominación y el uso, por supuesto, de la violencia simbólica (racismo y clasismo), así el fotógrafo, autor de la fotografía, exprese lo contrario. No hay, en la imagen y en su tratamiento editorial asomo alguno de inocencia o ingenuidad. No.

Hechos ocultos como forma de violencia simbólica, que en palabras de Pierre Bourdieu, genera representaciones diferenciadas de clase social, de género y de raza para quienes las observan; reproduciendo discursos de los roles y estatus que la sociedad ha trasmitido y que ciertos grupos sociales simbolizan dentro de la estructura de la sociedad, que para nuestro caso evocaría el papel de las mujeres “afrodescendientes”. Mujeres que, por lo general, cumplen roles de servidumbre en casas y haciendas de mujeres poderosas (ricas, afamadas, influyentes y con reconocimiento social) que los medios de comunicación intentan imponernos como un patrón a seguir, sin detenerse a pensar lo que implica alcanzar dicho estatus, en materia de derechos, dominación y violencia cultural.

Desde el mismo titular se legitima la acción de dominación, legitimada por frases, a maneras de titular: “Las mujeres más poderosas del Valle del Cauca, en Colombia, en la formidable mansión hollywoodiense de Sonia Zarzur, en el Beverly Hills de Cali”. Con este discurso, se generan lecturas diferenciadas de las mujeres; en primera instancia, habría que denotar que sólo a 4 de las 6 mujeres les cabría el apelativo de “poderosas”, y no precisamente por su aporte singular para transformar la realidad de miles de mujeres vallecaucanas, sino por personificar a un grupo minoritario, selecto de la sociedad, que con privilegios, reproducen prácticas culturales de abierta dominación y expoliación; en segunda instancia, porque el hecho de que aparezcan de pie y no sentadas, vestidas con ropa de servicio y no con trajes informales y hasta de reconocido diseñador (que son los que por lo general visten a las mujeres “poderosas”), sirviendo y no servidas, vestidas de blanco en contraste con su piel negra, es una forma más de ponerlas en un estatus de inferioridad frente al resto de mujeres “poderosas”; en tercera instancia, habría que cuestionar cómo los medios de comunicación nos imponen a los ciudadanos unas figuras que aparentemente representan “un modelo a seguir”, es decir, “mujeres de bien”, “de clase”, con lo que no sólo buscan asegurar un apetecido rating (lecturabilidad, para el caso), y más ventas para acrecentar su gran poderío económico, sino, asegurar que los modelos de dominación social y étnica se sigan reproduciendo.

En suma, las elaboraciones simbólicas como métodos de opresión se fundan desde las clases altas, que se sirven de la ideología para conservar su hegemonía basada en intereses privados enmascarados de colectivos.

Por todo lo anterior, propendemos por una academia y una ciudadanía inquietas, lo cual implica cuestionar el papel que cada vez más se asienta en los medios de comunicación, que en lugar de informar y generar una ciudadanía consciente de su propia realidad, se orientan a entretenerla y adormecerla. Sólo nos reta apelar al uso de la palabra para intentar develar los mecanismos de violencia simbólica a los que invocan las empresas mediáticas, en su afán por entretener y generar receptores que fácilmente no sólo legitiman y aceptan estas maneras violentas de reproducir un tipo de sociedad excluyente, violenta, racista, clasista y sexista, sino que terminan anhelando llegar a esos estadios de vida social donde se suele falsear la realidad, ocultar la historia y extender patrones y patronos que nos hunden en la pobreza cultural que emana de la tradición y la cultura dominante.

viernes, 2 de diciembre de 2011

VIH con rostro de mujer

El 1 de diciembre, Día Internacional de Lucha contra el SIDA, la Asociación Lila Mujer realizó el Foro, “EL VIH tiene rostro de mujer. Que ni tu rostro ni tu vida hagan parte de las estadísticas del VIH”, en el Centro de Servicios La Casona, de la Fundación Carvajal, en el corazón del Distrito de Aguablanca, Cali. Tuve la fortuna de compartir mis ideas en este hermoso foro, en un escenario con un reportorio de lujo: las chicas del Centro Cultural del Chontaduro quienes abrieron la sesión con una clara y divertida pieza de teatro; luego, Cynthia Montaño, cantante de rap quien nos deleitó con su voz, regalándonos tres sentidas canciones. Una de ellas, titulada “Seguiré”, inspirada en la vida de Yaneth Valencia, fundadora y directora de la Asociación Lila Mujer; también participó Jenny Alzate, estudiante de literatura de la Universidad del Valle, escritora del periódico La Palabra y cuentera por vocación. Jenny nos contó la verdadera versión de caperucita roja. ¡Cuánto talento! Talento femenino y popular.


Fue un foro emotivo y profundo donde se puso de manifiesto que las mujeres heterosexuales son el grupo poblacional que cada vez tiene más riesgo de infectarse por VIH en razón de nuestra cultura machista. Una cultura que continúa reduciendo a las mujeres a la posición de objetos sexuales para la complacencia masculina. Las amas de casa son una población de riesgo porque al cumplir con su supuesto deber sexual de esposas abnegadas y complacientes e ignorando las diversas prácticas sexuales de sus esposos por fuera de casa, acceden a tener relaciones sexuales sin exigir protección ni respeto, y toman el riesgo, sin saberlo, de adquirir diversas infecciones de transmisión sexual incluyendo la infección por VIH. Esto hace parte de las enfermas formas de amar que hemos aprendido y reproducido en nuestra cultura machista, que son hoy los mayores factores de riesgo para infectarse por VIH.


“¡No! No es amor si duele. ¡No! Si por amor te mueres. ¡No!”, como bien lo dijo y cantó Cynthia. Todavía en nuestra cultura las mujeres son educadas para aguantar, aceptar, ceder y soportar los caprichos, la vanidad, el deseo y las exigencias sexuales masculinas a cambio de tener un compañero emocional para lucir en público, pero a costa de su propio bienestar. La discriminación hacia las mujeres se pone de manifiesto también en las estadísticas del VIH donde los casos de las mujeres son cada vez más, pero, sin embargo, hay un subregistro de tal información y poco o nada se está haciendo para tener una atención diferencial en la salud de las mujeres. Las secretarías, los centros y los puestos de salud y diversos representantes del sector fueron los grandes ausentes de este foro, a pesar de que fueron invitados.


A juicio de las mujeres que viven con VIH, paradójicamente, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida o SIDA, es decir, las distintas enfermedades llamadas oportunistas, no son la principal causa de muerte de las personas infectadas por VIH, sino la pobreza, el hambre, la indiferencia social, la discriminación y la intolerancia que las marginan, las rechazan y las estigmatizan como si fuera la peste bubónica medieval. La ignorancia frente a este virus, como frente a tantas otras patologías, campea y ganan fuerza los mitos y las creencias, al punto que los vecinos del Barrio Las Orquídeas, donde está ubicada la sede de la “Asociación Lila Mujer”, no se atreven a entrar y conocer la sede por miedo de infección, e inclusive manifestaron su rechazo cuando la obra se estaba construyendo.


Después del foro fuimos a conocer la sede de la “Asociación Lila Mujer” y no pude -ni quise- contener las lágrimas al ver la concreción del sueño que un día tuvo la valiente Yaneth Valencia, sueño que acompañé en sus orígenes: tener una casa para las mujeres que viven con VIH. Con Yaneth nos fundimos en un abrazo de hermanas y juntando nuestros vientres, evocamos los casi 20 años de conocernos y recordamos los difíciles momentos por los que ella ha pasado lidiando con su situación y, además, criando sola a sus dos hermosas hijas que le inspiraron el nombre de Lila: Lina y Laura.


“Lila Mujer” es una sede acogedora y, digna, donde las mujeres pobres del Distrito de Aguablanca que viven con el virus de inmunodeficiencia humana, pueden acudir para ser atendidas con respeto. Sin duda, la historia de Yaneth es admirable. En medio de todas las dificultades propias de una mujer pobre, negra, madre soltera e infectada por este virus, ella ha sabido sortearlas y salir adelante con la cabeza muy en alto. “Cuando sientan que no se puede, que la cosa está difícil, que ya no tiene más fuerzas… pregúntenle a Yaneth Valencia”, quien ha decidido por la vida.