Buscar este blog

viernes, 20 de enero de 2012

CULTURA DE MAQUILLAJE

Cali, 20 de enero de 2012.

Llueven críticas sobre las mujeres (y también sobre algunos hombres) que deciden hacerse diversos tipos de cirugía para lucir mejor de acuerdo con los actuales estándares estéticos, aún a costa de la propia salud. Mujeres jóvenes mueren en el quirófano por una rinoplastia, mamoplastia, abdominoplastia o gluteoplastia mal practicadas (las cuatro nuevas operaciones básicas) y de un cuerpo soñado, esbelto y modelado a veces sólo queda el cadáver y en ocasiones marcas de por vida. Sí, estamos frente a nuevas estéticas, frente a bellezas de maquillaje. Siendo el cuerpo un producto cultural y no sólo natural, también puede ser, y de hecho es, moldeado, fabricado y retocado. Estos prototipos de seres humanos, tipo marketing, está llevando no sólo a que las personas no se acepten a sí mismas sino a que descalifiquen a los demás que no cumplan con tales estándares construidos.
Pero la cultura del maquillaje no sólo se manifiesta en estos pobres seres humanos que quieren lucir mejor a cualquier costo, sino que también se manifiesta en muchos aspectos de la vida cotidiana. Todo quiere ser maquillado. Frente a un funcionario público o cualquier prestador de servicios la gente pide favores, no solicita o exige servicios, y cuando tal tarea es hecha, el ciudadano de a pié se desvive en agradecimientos, con un “muy amable”, “dios le pague”, “tan querido”, como si no fuera suficiente un simple, pero cordial y sincero “gracias”. Sociedades de máscaras y fachadas, producto de un sistema económico depredador.
El lenguaje, que sirve tanto para criticar como para enmascarar, lo transformamos a diario, le cambiamos el nombre a las cosas y hasta algunos verbos entran en desuso por una extraña vergüenza. Ya nadie quiere prestar atención ni poner cuidado, sino colocar atención. El verbo poner casi ha desaparecido y su lugar ahora lo ocupa hasta la saturación, el colocar. Coloque cuidado, coloque atención, colóquese una buena cola y colóquese en su lugar. Ese lenguaje seudo sofisticado también hace parte de la cultura del maquillaje. Falsos agradecimientos y falsa educación. Todos quieren parecer bonitos, bien hablados y bien educados en un mundo cada vez más empobrecido no sólo material sino cultural y por lo tanto humanamente pobre.
El mundo empresarial, donde caben también las empresas de servicios educativos, no está mucho mejor. Los planes de mejoramiento que las empresas diseñan para acreditarse realmente son un plan de maquillaje para aminorar fallas estructurales de su funcionamiento. Estar certificado, estar calificado y estar acreditado está de moda, como los senos voluminosos, y por lo tanto es necesaria una buena capa de maquillaje que soporte tal calidad. Los funcionarios de las distintas empresas, que “colocan” todo en su lugar, agradecen con un “muy amable” no con un “gracias” y hacen créditos para una buena “plastia” se sienten orgullosos de pertenecer a su empresa acreditada, haciéndole el juego a las falsas promesas de un sector financiero que con sus hilos invisibles construye ideas ilusorias de progreso.
Al parecer, tal maquillaje empresarial también logra ocultar que las condiciones laborales cada vez son peores en un mundo ordenado por un plan criminal. Y siguen luciendo una bella sonrisa que el último libro de autoayuda le ayudó a diseñar para convencerse de que todo está bien y así, también se maquilla el miedo de perder el empleo. Para los que no lo sabían, sólo se “colocan” objetos sobre una superficie. ¡Preste atención! Así como las mujeres sometidas a marcas de por vida, las organizaciones que maquillan su realidad, también van marcando un destino de por vida, pues su realidad se va cimentando sobre sofismas que le maquillan sus fallas estructurales.

miércoles, 11 de enero de 2012

CULTURA MACHISTA

Tanto Yuris Cantillo, la mujer con nueve meses de embarazo que fue agredida brutalmente por Samir Yepez, como él su marido agresor, son producto de una cultura machista instaurada en Colombia y que se perpetúa, a pesar de los comentarios de falsa moral que este hecho noticioso genera. Los dos comportamientos, tanto la agresión de él como la sumisión de ella, son injustificables, pero comprensibles.
La cultura machista colombiana genera este tipo de mujeres y de hombres que pululan por toda la geografía nacional y que no son propios ni de Barranquilla ni de la Costa Atlántica, tampoco de los pobres.

Esta cultura machista es alimentada por la inequidad social y por la que se genera entre hombres y mujeres, que no les ofrece ni a ellos ni a ellas, otra forma de construirse como seres humanos. Los hombres aprenden a golpear, humillar, beber y empeñar lo que sea para seguir bebiendo. Y las mujeres aprenden a soportar, aceptar y comprender a los maridos coléricos, borrachos y violentos; porque el peso social de ser una mujer separada, sinónimo de fracasada, es aplastante en nuestra sociedad machista.

En ese caso, la mujer argumenta que “no quiere ver a sus hijos crecer sin padre” y que además, también fue culpable de la agresión por haber irrespetado a su marido frente de sus amigos. Argumentos típicamente femeninos dentro de la cultura machista. Que no prepara a las mujeres para ser sujetos autónomos y plenos de derechos. Así son educadas las mujeres. Y el hombre pide perdón y se compromete con no volverlo a hacer. Así son educados los hombres. El que peca y reza empata.
El pueblo colombiano, que se sitúa frente a los noticieros, cada vez más amarillistas, sin elementos críticos, cuestiona y juzga el comportamiento de esta pareja desconociendo los contextos sociales, culturales y económicos. ¿Qué esperaban? ¿Acaso estos dos tienen otras condiciones, otras posibilidades, otras opciones de vida?

Dicen que la mujer puede y debe separarse, denunciar al agresor y que él se pudra en la cárcel. ¿Esto resuelve la situación? ¿Existen redes de apoyo jurídicas, psicológicas y económicas que sustenten la situación de la mujer y de sus hijos? La abogada feminista hace la denuncia de que este tipo de situaciones cada vez son más comunes en su ciudad, pero no existe ni allá, ni aquí una Red de atención especializada y funcionando que acoja este tipo de situaciones. Muchos de los que juzgan soportan también una pésima relación de pareja donde han soportado, no violencia física, pero sí infidelidad, alcoholismo, violencia sexual y psicológica, y no consideran que esto sea motivo de separación.

Mientras el Estado colombiano siga evadiendo su responsabilidad social de una educación plena, gratuita y de excelente calidad, donde las mujeres sean educadas en condiciones de real igualdad de derechos y mientras que los medios de comunicación y la publicidad sigan azuzando un modelo de feminidad-mercancía y una masculinidad-opresora, este tipo de tristes situaciones de pareja seguirán siendo la comidilla nacional.