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miércoles, 28 de noviembre de 2012

¿QUÉ REPRESENTA EL PROCURADOR ALEJANDRO ORDÓÑEZ MALDONADO?

Alejandro Ordóñez Maldonado, Procurador General de la Nación, quien ha sido reelegido en una terna de dos, que realmente fue de uno,  es un hombre de provincia santandereana, como él mismo lo indica, formado en derecho y filosofía desde una perspectiva conservadora, como él mismo también lo indica, que se retiró del seminario para formar un hogar con quien fuera su único amor y su soporte afectivo durante una hermosa convivencia que ha dado como fruto tres hijas, motivo por el cual el desmiente la posibilidad de ser tratado de misógino, ya que tiene cuatro amadas flores en casa, como lo expresara la mañana del 27 de noviembre de 2012 por Caracol Radio.
Al escuchar sus declaraciones sobre el papel que desempeña como Jefe máximo del Ministerio Público, instancia cuya una de sus funciones más importantes es velar e investigar que los  funcionarios públicos tengan una impoluta hoja de vida, varias inquietudes me asaltan. ¿Cómo es posible que el Procurador General de la Nación, comprometido con viejas prácticas clientelares, incluida la de su reelección, sea quien vigile a los otros funcionarios públicos para que no incurran en prácticas corruptas? ¿Acaso este cargo no debería estar bajo responsabilidad de la oposición política, si la hubiera, para que justamente se garantizara un mínimo de transparencia en el ejercicio público de los funcionarios del Estado y del actual gobierno?
La noticia de la reelección me deja pensando que a pesar de las innegables transformaciones que ha vivido la nación y el Estado colombiano desde la promulgación hace veinte años de la actual y reeditada Constitución Política, todavía no hemos tenido en nuestro país una transformación fundamental en el ámbito sociopolítico y sociocultural, de forma que constituyamos partidos y movimientos políticos que realmente difieran del bipartidismo que nos remonta al Frente Nacional. ¿Dónde estarán las fuerzas alternativas masivas que contrarresten el poder político de los partidos tradicionales, que con otros nombres y otros ropajes, siguen anclados y anquilosados en el Congreso de la República?
La reelección de Alejandro Ordóñez Maldonado puede ser un indicador de que la historia de las mentalidades en Colombia, aún transita en un camino farragoso hacia la modernidad, es decir, hacia la transformación de un pensamiento moderno, plural, diverso, incluyente y democrático.
Alejandro Ordóñez Maldonado refleja todavía un pensamiento regeneracionista propio de la Constitución colombiana de 1.886. Más de un siglo llevamos en Colombia con el poderío de una cierta forma de pensar que niega libertades y derechos a quien piense diferente. A pesar de que las mujeres, los indígenas, las comunidades afros, las llamadas comunidades Lgtbi, las diversas e innúmeras minorías de todo tipo, se expresen en las calles, lo cierto es que no se ha conquistado un espacio fundamental en la toma de decisiones, como es el Congreso de la República. Allí donde se toman las decisiones, allí donde se hacen las leyes, allí donde finalmente se orienta el destino de una nación, la mentalidad sigue siendo parroquial, provinciana, clientelista y pre-moderna. Así, es difícil caminar hacia un Estado y una sociedad más democrática. 

jueves, 22 de noviembre de 2012

HOMOFOBIA EN EL CONGRESO

La homosexualidad no es una patología, la homofobia sí. Que un senador conservador, elegido por voto popular, como Roberto Gerlein haya esgrimido sus desastrosas opiniones en el Congreso de la República tratando con apelativos ofensivos, discriminatorios y degradantes a un grupo humano merece el repudio nacional de un país que quiere caminar hacia la democracia y la paz.
Concepciones como las de este Senador sólo sirven para polarizar y desinformar a la ciudadanía desviando la discusión de fondo sobre la unión civil de parejas del mismo sexo y el reconocimiento pleno de sus derechos en igualdad de oportunidades.  De igual forma reviste una soterrada violencia simbólica y de género al osar despojar de la humanidad a un grupo humano.
Sólo habrá verdadera democracia en Colombia cuando los representantes del Estado reconozcan realmente la diversidad y la pluralidad de esta nación fundamentada en las bases constitucionales  y que personajes como Gerlein abiertamente desconoce. Mientras que el mundo camina en otra dirección: hacia el reconocimiento social y político de múltiples diversidades, Colombia, representada en su Congreso, camina hacia el ostracismo. Este tipo de manifestaciones expresan peligrosos niveles de machismo, misoginia y homofobia totalmente contradictorios con la construcción de Políticas Públicas de Género y de la Comunidad LGBTI e incita peligrosamente a distintas formas de violencia contra las mujeres y los homosexuales.
Es perentorio que en el Congreso de la República se reconozcan los derechos ciudadanos de todos y cada uno de los grupos sociales y humanos que conforman la nación, y cuando un representante del  Estado se sirve de su investidura pública para hacer este tipo de declaraciones, es nuestro deber ciudadano exigir su dimisión inmediata, pues no está cumpliendo con el papel para el cual fue elegido como servidor público.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

INDIGNACIÓN

La Buitrera, Cali, 21 de noviembre de 2012
¿Cómo explicarle a mi hija, de 3 años, que un policía mató al joven Clisman Túquerres? ¡Qué tiempos dan difíciles en los que te está tocando crecer!, atino a pensar. Resulta que aquí en la Buitrera, corregimiento al sur de Cali, el sábado 17 de noviembre un grupo de jóvenes departía alegremente en una cancha de fútbol, asistiendo al enfrentamiento deportivo de dos equipos femeninos. Un grupo de adolescentes, al parecer, molestó a unos policías que pasaban por el sector. Hay que señalar que la cancha de fútbol queda enseguida de la estación de policía. Según el Periódico El País, en su edición del 18 de noviembre, el policía se quitó la correa para castigar al menor indisciplinado e inclusive amenazó con llevarlo a la Estación de Policía. Frente a esta posibilidad el hermano mayor del adolescente entra a mediar la situación y a defender al hermanito.
En extrañas circunstancias el Policía pierde su pistola 9 milímetros y al recuperarla, apunta a la cabeza del joven y le dispara a quemarropa, hiriéndole de gravedad. (Periódico El País, 8/11/2012). Clisman Túquerres es llevado a una clínica cercana, e intervenido quirúrgicamente. Entre tanto, la comunidad enardecida quería linchar a los policías, por lo que fueron resguardados en la Estación. En la mañana del domingo 18 de noviembre los habitantes del corregimiento La Buitrera salieron a protestar por las calles de la localidad, para denunciar que el joven murió. Mientras tanto, debí enfrentarme a la perspicaz pregunta de mi hija: ¿Mami, entonces, al muchacho lo mataron porque estaba molestando?  ¿Cómo explicarle a mi hija el concepto de abuso de autoridad? ¿Cómo explicarle el concepto de civismo? Cuando a ella en su jardín infantil le están enseñando normas de tránsito, de convivencia y respeto por las autoridades. ¿Cómo explicarle ese respeto cuando las autoridades militares no respetan la vida de los civiles?
Los mensajes de los carteles usados en la manifestación son claros y contundentes: “si la policía que está para defendernos es la misma que nos ataca, entonces ¿quién nos debe defender?” “Queremos justicia” “No más policías asesinos”.  Este tipo de cosas no pueden pasar. Simplemente no pueden suceder. No son casos aislados, como pretenden presentarlos los comandantes o superiores de policía. Ni la muerte del joven Becerra, en Bogotá, sorprendido plasmando un graffiti en un puente, ni el maltrato con la reportera gráfica del periódico El Tiempo, también en Bogotá, ni este lamentable hecho donde el joven Túquerres perdió la vida por un disparo a quemarropa que le propinó un policía, son casos aislados. No lo son y no pueden volver a suceder.
Está en mora la Policía de emprender una profunda transformación al interior de la institución policial para educar ampliamente a sus agentes en el respeto absoluto por la vida. La naturaleza de la Policía está para proteger a la población civil. Bajo ninguna circunstancia un policía puede agredir de ninguna forma a un ciudadano desarmado, mucho menos, a menores de edad en las circunstancias como las descritas anteriormente. No sé cuál sea la formación que recibe la Policía hoy, no sé el énfasis que se les da a sus agentes sobre la importancia de los derechos humanos. No lo sé. Estos casos nos dicen todo lo contrario.

Este joven ultimado por un policía no era un delincuente, no estaba atacando la institución. Ni estaba en medio de una manifestación, ni hacía parte de ninguna organización criminal. Era un joven de una zona rural que estaba asistiendo a un partido de fútbol femenino y que quiso defender a su hermano, por el abuso de autoridad de un policía. ¿Cuál es el impacto que genera este hecho en los niños, niñas, jóvenes y comunidad en general del sector? Este indignante suceso de degradación humana, debemos denunciarlo con vehemencia para que cada vez más tanto la población civil como la policía tengan claro que la segunda está para cuidar la primera y no para atacarla. 
Es perentorio que organismos como la Defensoría del pueblo, Personería y la Procuraduría acompañen este reciente caso, para garantizar que haya verdad, justicia y reparación. Y que la Policía Nacional se comprometa públicamente con el país a revisar los procedimientos y protocolos de reclutamiento y permanencia de sus policiales. Homicidas como el que mató a Túquerres no pueden portar un uniforme y menos, un arma estatal.