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miércoles, 13 de febrero de 2013

Un puro centro, no puede ser democrático

De las cosas que más me preocupan de la política colombiana es la cultura política, o  mejor, la falta de cultura política que exhibe la mayoría del pueblo colombiano. No voy a responsabilizar, por supuesto, al propio pueblo de esta falta de cultura política, ya sabemos que el propio Estado, los diversos gobiernos y especialmente los medios de comunicación corporativos, han desarrollado una estrategia simbólica y mediática para confundir políticamente al grueso de la población. De esta forma, las masas no diferencian claramente cuáles son los proyectos políticos que los distintos caudillos encarnan. Otros eran los tiempos de Gaitán donde para todos era claro su apuesta liberal. Por eso, quiero aprovechar mis columnas de opinión para reflexionar, en estas nuevas contiendas electorales que se aproximan, sobre qué representan los distintos grupos políticos que se erigen, de forma que pueda contribuir con mis reflexiones a que la comunidad lectora tenga otros polos de información y reflexión.
Para empezar, es importante que la sociedad en su conjunto reflexione sobre el sentido de la pureza, del centralismo y de la democracia.  Calificar de puro un proyecto político remite a pensar que éste no admite mezclas, disidencias, divergencias ni contradicciones. La antropóloga Mary Douglas en su magistral libro “Pureza y peligro”, presenta un amplio panorama sobre los enormes riesgos para la convivencia social cuando se erige la pureza como un valor.  Un cambio fundamental en la mentalidad colombiana tuvo sus orígenes en la Constitución del 91 cuando se reconoció a Colombia como una nación pluriétnica y multicultural, es decir, nada más ajeno a la realidad humana en Colombia  que creer y promover esta falsa creencia, de que existe algo puro en nuestro territorio. Varios antropólogos e historiadores han reforzado la idea de que después de más de 500 años de encuentro entre tres mundos: el español, el africano y el indígena, no es posible hablar de ningún tipo de pureza étnica o cultural, pues la mezcla ha sido la característica más marcada en la cultura latinoamericana, de esta forma, sobre todo somos culturas híbridas.
Por otro lado, denominar con el sustantivo de centro un proyecto político, claramente remite a ideas de centralismo o centralidad, es decir, al desconocimiento de la periferia, justamente donde se ubica la mayor parte de la población, no sólo colombiana, sino del mundo; donde cada vez más se evidencia que más del 70% de las población está por fuera de los circuitos de poder, de mercado y de comercio. De esta forma, las tendencias políticas modernas mundiales, reconocen la importancia de la descentralización, promesa política un poco incumplida en Colombia, que se anunció desde el año 1.986 con la Elección Popular de Alcaldes y abrió la puerta hacia la descentralización político-administrativa, formalizada posteriormente en la Constitución Política del 91. En ese entonces, se reconocía el perjuicio que el centralismo político le había causado al desarrollo de la nación colombiana. Pretender pues, que un proyecto político sea de centro, es un retroceso en las nuevas formas de hacer política; sus promotores pueden propender por ello, pero la sociedad está en el derecho de conocer cuáles los riesgos de este centralismo.
Es por esto, que un puro centro no puede ser democrático. Nada más contradictorio en sus términos se ha planteado en Colombia como proyecto político. Es perentorio que la ciudadanía en general reconozca en este proyecto político una clara negación de la democracia, de la diversidad, de la pluralidad, de la diferencia; justamente los valores que toda sociedad moderna, y en camino hacia un verdadero desarrollo social y humano, necesita. Un proyecto de este tipo encarna un perfil autoritario y antidemocrático que sólo piensa en intereses particulares y no en el bien común.
Para las elecciones presidenciales del 2014 Colombia necesita construir un proyecto político amplio, incluyente, pluralista y verdaderamente democrático, que promueva la libertad política, la inclusión social y la diversidad cultural; claramente, ese proyecto no se corresponde con un puro centro, falsamente democrático, más parece un puro cuento antidemocrático.