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viernes, 26 de octubre de 2012

Retos para la participación política de las mujeres negras en Colombia

Foro: “Porque lo Personal es Político no más Violencia contra las Mujeres”.

Retos para la participación política de las mujeres negras en Colombia

Por Elizabeth Gómez Etayo, Socióloga, PhD en Ciencias Sociales
Buenaventura, miércoles 10 de octubre de 2012


Presentación
Tengan todas ustedes muy buenos días. Es un placer para mí estar en Buenaventura, tierra de mis afectos que me ha alojado en distintos momentos de mi vida y en la que he aprendido bastante del trabajo comunitario y de los procesos organizativos de las mujeres negras.
Me han pedido para este foro que me refiera al tema de la participación política de las mujeres, con énfasis en las mujeres negras. Para tratar el asunto me quiero referir a tres aspectos que considero fundamentales para que las mujeres negras incorporen en su proceso de participación política; el primero de ellos es la Historia, el segundo es la Cultura y el tercero es la Política.
Historia
Considero importante referirnos a una nueva historia; una historia donde se tenga en cuenta también a miles de invisibles que han hecho parte de ella pero que no han quedado registrados en los anaqueles históricos. Grandes historiadores han planteado ya, que las mujeres son las grandes ausentes de la historia, pues ellas no fueron tenidas en cuenta como protagonistas de grandes hazañas, sin embargo contribuyeron en tales gestas libertarias. En honor y justicia a tales procesos, los historiadores franceses Georges Duby y Michelle Perrot han dedicado varios tomos a la Historia de las Mujeres, partiendo desde la antigüedad, pasando por la edad media, hasta llegar a la mujer moderna. Por otra parte, Eric Hobsbawn, historiador inglés recientemente fallecido, llamó a la revolución cultural de las mujeres, como una revolución silenciosa que ha transformado la vida cotidiana del siglo XX sin lanzar una sola bala.
Efectivamente las mujeres han contribuido de manera fundamental en transformar la historia social, introduciendo cambios en la vida íntima, cotidiana y doméstica. Revolución cultural y silenciosa. 
Para nombrar una historiadora más, quiero referirme a Joan Scott, quien en su libro “Género e Historia”, considera que al ver la sociedad con las diferencias de género, es decir, con las relaciones sociales y de poder que se construyen entre hombres y mujeres, tal mirada trae cambios significativos de la sociedad, haciendo aportes fundamentales a la forma de escribir y contar la historia. Esa Historia, con H mayúscula, ya no es la historia del hombre, sino la Historia de cómo los seres humanos, hombres y mujeres, han contribuido a la vida social, económica, política y cultural de las sociedades.
No obstante, a pesar de esfuerzos significativos en el mundo académico, todavía existe una deuda pendiente con las mujeres que no se reconocen en las mujeres blancas, de clase media o burguesas. Las mujeres campesinas, indígenas, pobres y negras, no han estado debidamente reconocidas en la Historia.  
Así pues, considero necesario y de vital importancia que las mujeres negras  reconozcan su propia historia como pilar fundamental de la participación política. Es necesario saber de dónde venimos, cómo fueron los procesos de diáspora, dependencia y emancipación. Pero esa historia, no es por supuesto la historia oficial, es una nueva historia, es la historia que se recoge de algunos libros, pero también de la tradición oral y de la resignificación de procesos sociales y políticos.  Hablemos un poco de ellos.
¿Sabemos qué se conmemora el próximo viernes 12 de octubre? Nos educaron diciéndonos que celebramos el día del descubrimiento de América. De niñas nos disfrazaron de negras e indias y nos hacían ofrecerles oro a los reyes de España. Todavía existen algunas escuelas que reproducen ese esquema; esa forma de ver, estudiar y hacer la historia. Después nos dijeron que era el día de la raza, eufemismo que pretende presentar el encuentro de, por lo menos, tres mundos: el español, blanco y civilizado, con el africano y el indígena, inculto e incivilizado. Pueblos primarios a los que había que llevarles civilización, un orden social europeo, foráneo, blanco  e impropio. Desconociendo a todas luces, estos nuevos pueblos como comunidades autónomas. Tal Encuentro algunos críticos lo consideran realmente encontronazo.
Pues bien, debemos reconocer que ese lenguaje hay que cambiarlo. Ya algunos procesos sociales latinoamericanos han alzado sus voces desde 1992, año en que se conmemoraron los 500 años de América, para decir: “a nosotros no nos ha descubierto nadie” y no tenemos nada que celebrar,  pero sí mucho que conmemorar. Hacer memoria. De ahí deriva que para este próximo 12 de octubre se considere que realmente estamos conmemorando “El último día de libertad para los pueblos originarios” pues aquí vivían grandes civilizaciones que fueron usurpadas. Y de África se trajeron violentamente pueblos enteros desconociendo sus culturas y jerarquías. Los colores de piel fueron el pretexto para legitimar el abuso y la violencia contra pueblos enteros.
¿Cómo incide ese proceso de esclavización, violencia y usurpación del que fueron víctimas los pueblos afrodescendientes, hasta nuestros días? ¿Será que existe en la cotidianidad del pueblo afro huellas de ese pasado violento que condicionen su vida hoy en día?
Invito a las mujeres negras a que conozcan su historia y piensen en estos y otros interrogantes. Invito a las mujeres negras a que eduquen a sus hijos e hijas en una nueva historia. Invito a las mujeres negras a que cuestionen la educación tradicional que se brinda en las escuelas y colegios, donde se esté insistiendo en paradigmas de dependencia y sumisión, para que propongan nuevos cánones de reconocimiento de la historia y por tanto de la libertad.
Cuando las mujeres negras reconocen su propia historia, y no la historia oficial, empiezan a hacer conciencia de que han sido sujetos de doble discriminación: la discriminación por género y la discriminación racial. Podríamos agregar también que existe la discriminación por clase social. Así pues, mujeres negras y pobres tendrían una triple discriminación. Pero la transformación de esa realidad social no depende de que alguien externo, como yo, lo diga en una ponencia de media hora. Transformar esa realidad depende de iniciar un proceso consciente de valoración, interés y reconocimiento de la propia historia. No la historia aburrida que nos hacía dormir en las clases de ciencias sociales, para las que fueron a la escuela, sino la nueva historia, la que cuentan las abuelas, la que investigan también, intelectuales comprometidos con la libertad de los pueblos oprimidos. Esa historia hay que buscarla y que hay que construirla. Así pues, insisto en que uno de los pilares fundamentales para la participación política de las mujeres negras es conocer su propia historia, su nueva historia.
Cultura
Se tiene la tendencia a creer que cultura es todo. El concepto y la palabra cultura han caído, pues, en un lugar banal, superficial y pobre. Vamos a comprender en este foro que la cultura es todo aquello que transforma los estados del ser humano, de esta manera, son los seres humanos los que hacen la cultura. La cultura es construida socialmente. La tradición, es decir, la repetición de costumbres por generaciones, hacen creer que la cultura es algo normal, natural o que siempre ha sido así. El segundo aspecto que quiero resaltar entonces, es que la cultura es transformable porque es producto humano.
Entonces, cuando a ustedes les digan que “la pobreza es cultural, “el machismo es cultural”, “la violencia es cultural”, piensen: ¡que bueno! Porque quiere decir que podemos transformar tales situaciones, que no son naturales, que no brotaron de la tierra. Fíjense que cuando a distintos problemas sociales la gente responde: “es que eso es cultura”, parece como si estuvieran diciendo “no hay nada que hacer” y es justamente todo lo contrario. Todo lo que es cultural es producto humano, por  tanto es transformable. Si tuviéramos que hablar de una naturaleza humana, ella sería cultural.
En el caso de las mujeres negras, quiero referirme a un aspecto particular de la cultura y es sobre la representación social que se ha construido de la mujer negra. El estereotipo sociocultural de la mujer negra. ¿En qué consiste eso? Pensemos: ¿Cuál es el modelo de mujer negra que se tiene socialmente? Cuando se piensa en una mujer negra, ¿Cómo se refieren a ella? La mujer exótica, hermosa, cadenciosa, sexual, erótica, y otro tipo de apelativos que hacen referencia a su desempeño sexual. También como la mujer perezosa, abandonada y desordenada. Epítetos que son extensibles también a los hombres negros y que dan cuenta de un racismo soterrado. Pues bien, en el caso de las mujeres-negras, políticamente no se puede ni debe hacer una distinción de género y clase. Porque las dos formas de discriminación operan conjuntamente.
Ahora pensemos: ¿Cómo son alimentados esos estereotipos culturales por las propias mujeres negras? ¿A las mujeres negras les gusta ser reconocidas sólo como buenas sexualmente? ¿Contribuyen a esa minimización de su ser mujer? Dejemos esas preguntas quietas por un momento, pues no es fácil su decantación, demos un tiempo.
Quiero presentar algunas fotografías de mujeres que están rescatando modelos de mujeres negras, olvidados, desconocidos e invisibilizados. Se trata del concurso de peinados afro que se viene realizando hace varios años en Cali. Quienes realizan este concurso tienen un trasfondo político que se articula culturalmente a través de ciertas estéticas que se consideran de resistencia. Las mujeres afro son el nicho por excelencia de un nuevo mercado: el pretendido blanqueamiento de la mujer negra, a través de cosméticos, especialmente cremas alisadoras para el cabello, que escondidas tras el pretexto de la facilidad en el manejo y de la belleza blanca, quieren que las mujeres negras alisen a cualquier costo su cabello crespo, llamado “apretado” o “duro”. 
Miremos las siguientes fotografías y reconozcamos también la belleza, otra belleza en una estética invisible. Desconocida. Y pensemos si es posible reconstruir una nueva estética de la mujer negra, que contribuya culturalmente en procesos de empoderamiento y reconocimiento como mujeres negras. ¿Qué nos dicen esos peinados? ¿Qué historia traen desde la lejana y misteriosa África? ¿Qué representan? ¿De qué pueblos milenarios y culturas ancestrales nos hablan? Miremos.









 



Fotos de Jesús Humberto Jimenez Zamorano.

Esos peinados tienen una historia. Una razón de ser. Un pasado que, a fuerza de imposiciones estético-culturales, las mujeres negras han ido perdiendo. Creo que la transformación cultural de las mujeres negras, necesaria para su participación política, empieza por reconocer que existen estereotipos que no sólo son creados socialmente, sino que son alimentados desde adentro de las propias mujeres negras. Invito a que las mujeres negras sean dueñas de sus propios procesos culturales y ese proceso comienza por el cuerpo.
La mujer negra ha sido cooptada por el mercado e instrumentalizada por la publicidad. De la misma forma ocurre con las mujeres blancas, mucho menos con las indígenas. Pero si las mujeres negras quieren construir procesos políticos auténticos, autónomos, importantes, duraderos y fortalecidos desde las bases, es necesario e importante que vayan al interior de su propia historia y su propia cultura; un buen comienzo es pensar en cómo su cuerpo ha sido banalizado e instrumentalizado y cómo ellas mismas han contribuido a esa banalización.
Sé que esta propuesta puede resultar desconcertante, incómoda y hasta atrevida. Porque siempre estamos acostumbradas a ver los problemas y las talanqueras allá afuera y no bajo nuestra propia responsabilidad. Pero ya que tenemos la oportunidad de pensar en nuevos procesos, propongo mirar para adentro y empezar a transformar desde allí. Que la belleza blanca no sea el patrón de belleza negra, de acuerdo, pero que las mujeres negras no permitan ser objetos de mercado, que hagan consciencia de su cuerpo, de su belleza, de su estética y de cómo no alimentar los distintos estigmas que se tienen sobre la mujer negra.
Es legítimo, por supuesto, que las mujeres negras quieran parecerse a las blancas, legítimo en el plano íntimo y personal, pero si estamos queriendo abordar la participación política de las mujeres negras, debemos empezar por reconocer la diferencia, como también que ella, la diferencia, no puede ni debe ser soporte de desigualdad. La igualdad de derechos depende de reconocer la diferencia. Miremos más peinados que nos recrean esa nueva estética que propongo reconocer y valorar más en contrapeso de los objetos de mercado que cooptan hasta nuestro gusto.

Foto de Jesus Humberto Jimenez Zamorano


Foto de Jesus Humberto Jimenez Zamorano

Política
Finalmente quiero referirme a la política. Primero, abordemos el concepto a partir de la filósofa de la política Hannah Arendt, para quien la política persigue el bien común. La política nace entre los seres humanos. La política es colectiva. No existiría por tanto una acción política individual, sino que representa siempre una colectividad. Desde esa perspectiva, se puede considerar que, paradójicamente, las mujeres negras siempre han tenido participación política. Pues siempre han tenido prácticas comunitarias, es decir, colectivas, y han velado por el bien común. La paradoja consiste en que su participación comunitaria no ha sido reconocida ni valorada políticamente. De nuevo, han estado por fuera de procesos de representación.
Las mujeres negras tienen pues, experiencia ancestral del ejercicio político. Ese reconocimiento se articula con los aspectos señalados anteriormente, la historia y la cultura. Estas tres esferas, pues, historia, cultura y política, tienen una íntima relación para pensar en los procesos de participación política de las mujeres negras.
Si las mujeres negras han tenido esa experiencia, yo invitaría a que la conozcan, la reconozcan y la valoren positivamente, pues existe allí un gran valor agregado que antecede su actual participación. Pero, haciendo una gran salvedad: y es que las mujeres negras podrían ser el pivote de una nueva forma de hacer política en Colombia y en su región, si se diferencian en su práctica, de viejos vicios clientelares que han privilegiado los intereses de unos pocos, a costa del bien común.
Una nueva política en manos de mujeres negras, necesita que reconozcan como se ha confundido la práctica política, que en esencia busca el bien común, con la búsqueda del bien particular. La política de las mujeres negras no puede privilegiar intereses individuales. Yo invitaría a que las mujeres negras se preparen para participar políticamente reconociendo su historia y su cultura para actuar de una forma distinta a lo que tradicionalmente ha sido la política en Colombia: una práctica que privilegia intereses particulares. 
En Buenaventura y en la Costa Pacífica, como también en otras regiones de Colombia, la participación política de comunidades negras ha caído en vicios de clientelas que terminan justificando la estigmatización racial contra esta población. Es decir, cuando las comunidades negras van a la vida política y terminan actuando con las mismas prácticas cuestionadas de otros sectores, este tipo de prácticas se escudan en el vedado racismo, argumentando que los negros no tienen capacidad de gobierno y mucho menos de gobernanza. Esto obedece a que los grupos históricamente discriminados, como las mujeres y los negros, son más duramente juzgados cuando tienen actuación pública.
Se debe tener en cuenta, además, que la participación política es inherente a la vida pública, esto exige que se actúe siempre con transparencia, idoneidad y honestidad. Las mujeres negras tienen ahí un gran desafío. Pues ustedes, mucho más que yo, saben que en su región y en sus localidades, las prácticas políticas no han sido las más diáfanas. Esto no obedece solamente a diferencias de género, raza y/o clase social, sino a la existencia de un sistema político que invita a la corrupción y el despilfarro de bienes públicos, porque los recursos no han sido concebidos colectivamente, son para fines particulares.
Ese es otro aspecto fundamental para la participación política de las mujeres negras: conocer cómo funciona el Estado colombiano, conocer cuál es el sistema detrás de este Estado y cómo ha sido concebido la práctica política, para que reconozcan los errores, los vicios y las dificultades y se construyan en clara oposición contra todo aquello que vaya contra el interés colectivo. La participación política de las mujeres negras requiere, pues, una formación ética férrea, basada en sus prácticas ancestrales de colectividad.

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