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lunes, 5 de marzo de 2012

EL DERECHO DE LAS MUJERES A UNA EDUCACIÓN DIFERENCIADA

Por Elizabeth Gómez Etayo, Socióloga de la Cultura.
Cali, 8 de marzo de 2012.
En la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente, donde soy profesora, se realizan cada semestre una serie de foros sobre derechos, cada docente debe preparar un pequeño artículo para entregarlo al estudiantado y participar del foro. Este semestre el Foro será sobre el Derecho a la Educación y aproveché la ocasión para hablar sobre el derecho que deberíamos tener las mujeres a una educación diferenciada. No podía perder esta oportunidad, puesto que por cosas del destino o quién sabe qué conjunción astral a mí me tocó hacer mi participación en el foro justamente el día 8 de marzo. A continuación presento lo que les diré a mi auditorio estudiantil.

He querido hacer esta reflexión sobre el Derecho de las mujeres a una educación diferenciada, haciendo un breve repaso de cuál ha sido y es la situación de la Educación de las Mujeres en Colombia y en el mundo, con el fin de contribuir, con esta reflexión, a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Aunque desde hace más de dos siglos se hizo la Declaración Universal de los Derechos Humanos, desde entonces y hasta ahora la mujer ha sido discriminada negativamente por distintas razones, pero especialmente por su género -por su condición femenina-. Fue por eso que Olympes de Gouges tuvo la osadía de escribir en 1791 La Declaración de los derechos de la Mujer y la ciudadana, parafraseando irónicamente la Declaración Universal de los Derechos del hombre y del ciudadano de 1789, de los que estaban excluidas las mujeres, aunque fueran burguesas.

Aún hoy, cuando estamos conmemorado más de un siglo de luchas de mujeres obreras (1909), motivo por el cual se conmemora y no se celebra el Día Internacional de la Mujer, muchas mujeres no gozan a plenitud de sus derechos como seres humanos e inclusive en muchos contextos la mujer no es considerada como sujeto de derechos. La negación de los derechos de las mujeres se manifiesta, entre otras cuestiones, en la manipulación y comercialización de su imagen y de su cuerpo. Cuando compartí con mis colegas que quería hablar sobre los derechos que deberíamos tener las mujeres a una educación diferenciada, me preguntaron por qué debería ser así, puesto esto aparentemente generaría más desigualdad; atiné a decir que en contextos de exclusión, especialmente de género, se deben hacer acciones afirmativas para discriminar en positivo lo que por siglos ha sido marginal. En medio de ese debate, llegó a mis manos este pequeño artículo que nos ilustra sobre cómo sería posible educar a las niñas, a las jóvenes y futuras mujeres, de una forma diferente. Educarlas para que sean sujetos pensantes, sujetos libres y críticos, que puedan tomar decisiones y no ir al ritmo que marque el mercado, los medios de comunicación y la sociedad patriarca. Esto articulo ilustra justamente lo que quiero compartir:

“Cómo hablarles a las niñas pequeñas
Por Lisa Bloom Traducción de Hernán Echavarría
El fin de semana pasado fui a una cena en la casa de una amiga, y conocí a su hija de 5 años. La pequeña Maya tenía el cabello castaño y crespo, ojos oscuros, y se veía adorable en su vestido rosado y brillante. Me provocaba decirle: "¡Maya, eres muy linda! ¡Pero, mírate! ¡Hermosa, date la vuelta y muéstrame ese vestido de volantes tan bonito!" Pero me reprimí y no lo hice. Siempre que conozco niñas pequeñas me muerdo la lengua y me abstengo de ese primer impulso de decirles que están lindas/bonitas/hermosas/bien vestidas/bien arregladas/bien peinadas.

¿Qué tiene eso de malo? En nuestra cultura, esa es la forma más común de romper el hielo cuando se habla con niñas pequeñas, ¿no cierto? Y ¿por qué no hacerles un cumplido sincero que les aumente la autoestima? Si es que son tan encantadoras, que, de verdad, me derriten cuando las conozco. Dejemos esa idea quieta por un momento.

Esta semana el noticiero del canal ABC informó que a casi la mitad de las niñas entre los 3 y los 6 años de edad les preocupa ser gordas. En mi libro, Pensar: Una conversación clara para que las mujeres sean inteligentes en un mundo idiotizado, revelo que ahora entre el 15 y el 18% de las niñas menores de 12 años usan regularmente pestañina, delineador de ojos y labial; los desordenes alimenticios han aumentado; y un 25% de jóvenes estadounidenses preferirían ganar el concurso America's Next Top Model que ganar el premio Nobel de la paz. Incluso mujeres universitarias, exitosas y brillantes dicen que preferirían "estar buenas" que ser inteligentes. Hace poco, una madre de Miami murió debido a una cirugía cosmética, dejando solas a dos hijas adolescentes. Este tipo de cosas continúan ocurriendo, y me rompen el corazón.

Enseñarles a las niñas que su apariencia es la primera cosa que uno nota les está diciendo que la imagen es más importante que cualquier otra cosa. Las prepara para hacer dieta a los 5 años, usar maquillaje a los 11, obtener implantes de senos a los 17 y recurrir al Botox a los 23. Como la tendencia de nuestra cultura a que las chicas sean atractivas las 24 horas del día y los siete días de la semana se ha convertido en algo "normal", las mujeres estadounidenses son cada vez más infelices. ¿Qué hace falta? Una vida con sentido, una vida de ideas, lecturas de libros y ser valoradas por sus pensamientos y sus logros.

Por eso es que me obligo a mí misma a hablarles así a las niñas pequeñas:
--Maya --Le dije, mientras me agachaba a su nivel y la miraba a los ojos. --Mucho gusto en conocerte.
--Mucho gusto --Me dijo, con esa voz de niña buena, educada y entrenada para hablarle a los adultos.
--¿Y qué estás leyendo? --Le pregunté, con un brillo en mis ojos. Adoro los libros. Me vuelvo loca por ellos y se lo hice saber.
Ella abrió los ojos, y la expresión facial educada y postiza dio lugar a un entusiasmo genuino sobre este asunto. Sin embargo, ella se contuvo, un poco tímida de mí, una desconocida.
--Me ENCANTAN los libros, --Le dije. --¿Y a ti?
A la mayoría de los niños les encantan.
--SÍ,--Me dijo. --¡Y ya soy capaz de leerlos yo sola!
--¡ah, asombroso! --Le dije. Y lo es, para alguien de 5 años. Muy bien por Maya.
--¿Cuál es tu libro favorito? --Le pregunté.
--¡Voy a traerlo! ¿Te lo puedo leer?
Yo no conocía el libro que trajo Maya: Purpu delicioso. Ella se sentó junto a mí en el sofá y muy orgullosa leyó en voz alta cada una de las palabras acerca de la heroína de la historia, que le encantaba el color rosado, pero era molestada en la escuela por un grupo de niñas que sólo se vestían de negro. Desafortunadamente era un libro sobre niñas y la ropa que se ponen, y cómo las elecciones de vestuario definían sus identidades. Pero cuando Maya terminó de leer, yo desvié la conversación hacia los asuntos más profundos del libro: niñas odiosas, la presión de los compañeros de clase y el no encajar con el grupo. Le conté que mi color favorito es el verde, porque me encanta la naturaleza, y a ella le gustó ese razonamiento.

Ni una sola vez hablamos sobre vestuario, o cabello, o el cuerpo, o quién era bonita. Es sorprendente lo difícil que es mantenerse alejado de esos temas cuando se habla con niñas pequeñas, pero yo soy terca. Le conté que había terminado de escribir un libro, y que esperaba que algún día ella también escribiera uno. Esa idea la entusiasmó de verdad. Las dos estábamos tristes cuando llegó la hora de que Maya se acostara, pero le dije que la próxima vez escogiera otro libro y que íbamos a leerlo y a hablar sobre él. ¡Ja! Eso la animó demasiado como para irse a la cama, y varias veces regresó de su cuarto toda entusiasmada.

Ese fue mi pedacito de oposición a una cultura que envía toda clase de mensajes erróneos a nuestras niñas. Un pequeño esfuerzo por la valoración del cerebro femenino. Un momento corto e intencional de dar un buen ejemplo. ¿Será que esos pocos minutos que pasé con Maya van a cambiar nuestra multimillonaria industria de la belleza, reality shows que degradan a las mujeres, nuestra cultura obsesionada con las celebridades? No. Pero por lo menos por una noche le cambié la perspectiva a Maya.

Intenten hacer esto la próxima vez que conozcan a una niña pequeña. Puede que al principio ella se sorprenda y esté insegura, porque muy pocos les han preguntado por su opinión, pero tengan paciencia y no abandonen la idea. Pregúntenle qué está leyendo. ¿Qué le gusta y qué no le gusta? Y ¿por qué? No hay malas respuestas. Simplemente van a estar generando una conversación inteligente que respeta el cerebro de la niña. Con una niña mayor, pregúntenle por eventos actuales: contaminación, guerra, recorte de presupuesto en las escuelas. ¿Qué le molesta de la realidad del mundo? ¿Cómo lo arreglaría si tuviera una varita mágica? Es posible que obtengan respuestas fascinantes. Háblenle sobre sus ideas, logros y libros favoritos. Denle un ejemplo de lo que una mujer inteligente dice y hace. Para que cambiemos el mundo, de a una niña a la vez.”
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Considero que las mujeres deben tener derecho a una educación en condiciones de equidad. ¿Qué significa esto? Darles las mismas opciones de educación a las mujeres es educarlas de acuerdo con sus características y necesidades en un mundo de exclusiones, especialmente masculinas. Las mujeres deben educarse desde niñas para ser sujetos plenos de derechos, donde sean destacadas por su inteligencia, inventiva, capacidad crítica y de raciocinio, y no solamente por su belleza, encanto y capacidad de seducción.

En nuestra sociedad todo está dispuesto para que las mujeres, a pesar de asistir al sistema educativo, sean criadas y educadas para ser objetos de decoración y dependientes tanto de los caprichos masculinos como del vaivén de la moda y del mercado. Construiremos una sociedad más justa y democrática, cuando las mujeres sean reconocidas como un par, como otro, como un sujeto; este era justamente el gran reclamo que hacía Simone de Beauvoir, filósofa francesa en los años sesentas del Siglo XX, en su libro El segundo Sexo, donde se consigna la gran máxima de que la mujer no nace sino que se hace. Por eso aprovecho hoy, 8 de marzo, Día internacional de la mujer trabajadora, para conmemorar, para hacer memoria, y no sólo para celebrar.

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