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miércoles, 21 de noviembre de 2012

INDIGNACIÓN

La Buitrera, Cali, 21 de noviembre de 2012
¿Cómo explicarle a mi hija, de 3 años, que un policía mató al joven Clisman Túquerres? ¡Qué tiempos dan difíciles en los que te está tocando crecer!, atino a pensar. Resulta que aquí en la Buitrera, corregimiento al sur de Cali, el sábado 17 de noviembre un grupo de jóvenes departía alegremente en una cancha de fútbol, asistiendo al enfrentamiento deportivo de dos equipos femeninos. Un grupo de adolescentes, al parecer, molestó a unos policías que pasaban por el sector. Hay que señalar que la cancha de fútbol queda enseguida de la estación de policía. Según el Periódico El País, en su edición del 18 de noviembre, el policía se quitó la correa para castigar al menor indisciplinado e inclusive amenazó con llevarlo a la Estación de Policía. Frente a esta posibilidad el hermano mayor del adolescente entra a mediar la situación y a defender al hermanito.
En extrañas circunstancias el Policía pierde su pistola 9 milímetros y al recuperarla, apunta a la cabeza del joven y le dispara a quemarropa, hiriéndole de gravedad. (Periódico El País, 8/11/2012). Clisman Túquerres es llevado a una clínica cercana, e intervenido quirúrgicamente. Entre tanto, la comunidad enardecida quería linchar a los policías, por lo que fueron resguardados en la Estación. En la mañana del domingo 18 de noviembre los habitantes del corregimiento La Buitrera salieron a protestar por las calles de la localidad, para denunciar que el joven murió. Mientras tanto, debí enfrentarme a la perspicaz pregunta de mi hija: ¿Mami, entonces, al muchacho lo mataron porque estaba molestando?  ¿Cómo explicarle a mi hija el concepto de abuso de autoridad? ¿Cómo explicarle el concepto de civismo? Cuando a ella en su jardín infantil le están enseñando normas de tránsito, de convivencia y respeto por las autoridades. ¿Cómo explicarle ese respeto cuando las autoridades militares no respetan la vida de los civiles?
Los mensajes de los carteles usados en la manifestación son claros y contundentes: “si la policía que está para defendernos es la misma que nos ataca, entonces ¿quién nos debe defender?” “Queremos justicia” “No más policías asesinos”.  Este tipo de cosas no pueden pasar. Simplemente no pueden suceder. No son casos aislados, como pretenden presentarlos los comandantes o superiores de policía. Ni la muerte del joven Becerra, en Bogotá, sorprendido plasmando un graffiti en un puente, ni el maltrato con la reportera gráfica del periódico El Tiempo, también en Bogotá, ni este lamentable hecho donde el joven Túquerres perdió la vida por un disparo a quemarropa que le propinó un policía, son casos aislados. No lo son y no pueden volver a suceder.
Está en mora la Policía de emprender una profunda transformación al interior de la institución policial para educar ampliamente a sus agentes en el respeto absoluto por la vida. La naturaleza de la Policía está para proteger a la población civil. Bajo ninguna circunstancia un policía puede agredir de ninguna forma a un ciudadano desarmado, mucho menos, a menores de edad en las circunstancias como las descritas anteriormente. No sé cuál sea la formación que recibe la Policía hoy, no sé el énfasis que se les da a sus agentes sobre la importancia de los derechos humanos. No lo sé. Estos casos nos dicen todo lo contrario.

Este joven ultimado por un policía no era un delincuente, no estaba atacando la institución. Ni estaba en medio de una manifestación, ni hacía parte de ninguna organización criminal. Era un joven de una zona rural que estaba asistiendo a un partido de fútbol femenino y que quiso defender a su hermano, por el abuso de autoridad de un policía. ¿Cuál es el impacto que genera este hecho en los niños, niñas, jóvenes y comunidad en general del sector? Este indignante suceso de degradación humana, debemos denunciarlo con vehemencia para que cada vez más tanto la población civil como la policía tengan claro que la segunda está para cuidar la primera y no para atacarla. 
Es perentorio que organismos como la Defensoría del pueblo, Personería y la Procuraduría acompañen este reciente caso, para garantizar que haya verdad, justicia y reparación. Y que la Policía Nacional se comprometa públicamente con el país a revisar los procedimientos y protocolos de reclutamiento y permanencia de sus policiales. Homicidas como el que mató a Túquerres no pueden portar un uniforme y menos, un arma estatal.

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