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martes, 27 de septiembre de 2011

El bolillo Gómez, un hombre muy colombiano

Hernán Darío, El Bolillo, Gómez: Un hombre muy colombiano.
Por, Elizabeth Gómez Etayo,
Socióloga de la cultura.

¿Refleja el Bolillo Gómez rasgos del hombre colombiano? Atención, digo del Hombre, sujeto masculino, varón. Quizás lo más interesante con estos episodios de la pintoresca vida nacional, son los temas de conversación que nos suscitan en desprevenidos pasillos y cafés. Por morbo o por un sano interés psicoanalítico silvestre, las acciones del Bolillo Gómez y las conversaciones que suscita, reflejan algunos rastros de lo que somos como cultura colombiana, como pueblo, como nación, como mentalidad colectiva. Llevamos un mes, más o menos, hablando de los bolillazos.
Si los golpes propinados por Hernán Darío fueron contra una mujer o contra una travesti o si hubieran sido contra un hombre, el hecho es igualmente reprochable. En Colombia las distintas formas de violencia íntima, familiar, psicológica y simbólica, esa que se ejecuta contra mujeres, niños y niñas, homosexuales, gays, lesbianas, travestis, ancianos y ancianas o contra los considerados hombres heterosexuales considerados débiles, están incorporadas como prácticas normales, naturales y hasta esperadas.
Así hemos criado a nuestros niños y niñas. A pesar del ingreso de la mujer en el mundo laboral y académico, a pesar de que los roles de género sean compartidos e intercambiados en el hogar, todavía los niños se siguen criando para patear, golpear, humillar, ofender y demostrar fuerza desde pequeños, mientras que las mujeres se siguen criando para aguantar y comprender esa irascibilidad masculina incontrolada o azuzada por el licor. Es eso lo que debemos cambiar desde el embarazo y los primeros años. Madres, padres, familias, escuela y sociedad en general, tenemos responsabilidad.
No más entiéndalo. No más entiéndame; es que me pasé de tragos, es que se me fue la mano, yo no quería, no sé qué pasó conmigo, se me fueron las luces. Respuestas y justificaciones que sólo se aceptan como válidas en este tipo de situaciones, como si el daño fuera menor o las víctimas menos importantes. Hombres: ¡a transformarse! A ampliar su nivel de frustración. Cuando les digan NO, es NO.
Ojalá los desmanes del Bolillo, desmanes, repito que son propios de muchos hombres colombianos, eso de echarse la canita al aire, de salir a desfogar el apetito sexual, de golpear y de maltratar, nos sirviera para reflexionar que quizás todos y cada uno de nosotros estaríamos en el riesgo de actuar igual o peor llevados por las circunstancias. Si reconociéramos eso, creo que nos evitaríamos futuros bolillazos nacionales y cotidianos.
La violencia simbólica es la base de las otras violencias, los comentarios descalificadores y las creencias falsamente infundadas sobre la superioridad de unos sobre otras, han sido y son los nutrientes, no sólo del Bolillo, sino de muchos hombres colombianos inspirados en novelas como pasión de gavilanes y en frases tristemente célebres como: le pego en la cara marica.

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