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jueves, 17 de noviembre de 2011

¿Qué pasa con las mujeres en Colombia?

Por miedo a caer en lugares comunes, no quería manifestarme frente al último reinado nacional de belleza, pues ya se ha dicho bastante sobre la mercantilización del cuerpo femenino y la nueva producción de estéticas construidas en quirófanos. Sin embargo, me siento impelida a manifestarme frente a las nuevas y viejas formas de violencia contra las mujeres, que van desde el mencionado reinado pasando por el “tour del amor” transmitido por RCN, donde las mujeres son exhibidas como reses para saciar el apetito voraz de adinerados ciudadanos extranjeros que las ven pasar en pasarela como vacas en el establo y así poder escoger la mejor carne.


Y finalmente llegar hasta las denuncias de violencia sexual recientemente publicadas en el libro “Mujeres y guerra: víctimas y resistencias en el conflicto colombiano”, del Grupo de Memoria histórica de la Comisión Nacional de Reparación. Frente a estas tres situaciones donde las mujeres son protagonistas tristemente célebres, me pregunto ¿qué está pasando con las mujeres en Colombia? Pregunta muy general que bien ameritaría una tesis densa y frente a la cual sólo quiero generar algunas reflexiones sobre la responsabilidad del Estado colombiano en la promoción y efectiva protección de los derechos de las niñas y de las mujeres.

Responsabilidad que debería partir de la garantía de ofrecer condiciones básicas en salud y educación, hasta la exigencia a los medios de comunicación de tener producciones respetuosas frente a la condición femenina. Es claro que la mujer en Colombia tiene una posición de desventaja frente a los hombres en distintos ámbitos de la vida. Como también es claro que las propias mujeres muchas veces ni son conscientes del lugar vulnerable que ocupan, donde su cuerpo, su figura y su imagen es mercantilizada y modelada al amaño de cierto apetito masculino.
Vamos por partes. El reinado nacional de belleza es, sin duda, una competencia banal de modelos desleídas, cuyos gestos son formateados para lucir ante las cámaras, una pose seductora, que todas repiten, y con la cual pretenden convencer a un jurado, igualmente banal, de que son la mujer más bella de Colombia, título que le asegurará, como una misma de ellas dijo, un rápido ascenso social y económico porque ya no tendrá que estudiar cinco años para tener una carrera profesional y ser reconocida. Año tras año vemos un concurso de estupidez, superficialidad, falsedad y muy poco de belleza en un sentido integral. Cada vez más se pone en evidencia un patrón estético de delgadez extrema y globalizada que se produce artificialmente.

El “tour del amor”, como eufemísticamente fue llamado y transmitido por el Canal RCN, presenta a varias mujercitas en busca de una efímera felicidad, cifrando sus esperanzas en un triste rico magnate japonés, europeo o gringo que las saque de la pobreza en compensación por su belleza. Todas esperan encontrar al príncipe azul exponiéndose en una vulgar pasarela donde ellos pueden observar, evaluar y calificar sus partes, como si fueran piezas de ganadería y no de mujeres. Estamos, sin duda, ante una nueva forma de esclavitud, en la que en plena plaza pública se venden seres humanos en buena condición, en este caso mujeres consideradas buenas según un apetito masculino, animal, primario.

Hoy, jueves 17 de noviembre, dentro de los titulares más importantes del periódico El Tiempo, el diario señala la publicación del libro sobre los vejámenes sexuales perpetrados por paramilitares en la Costa Atlántica en el período de 1997 a 2005, donde fueron registrados y reconstruidos 64 casos atroces de violencia sexual como parte de las estrategias de guerra sucia que, una vez más y desde los orígenes del hombre-guerrero, tiene el cuerpo de la mujer como botín de guerra. Esta penosa realidad no es nueva, ni en Colombia ni el mundo. Sin embargo, el grueso de la población colombiana, especialmente urbana, parece desconocer o prefiere hacerse la de la vista gorda con esta situación, quizás porque saber y tener consciencia resulta muy doloroso.

Junto estas tres situaciones en esta reflexión que aparentemente hacen parte de una realidad muy diferente, pero que para mí tienen una relación profunda. ¿Qué tienen que ver reinas, con jóvenes modelos buscamaridos y mujeres violadas? ¡Mucho! En su trasfondo tenemos un modelo machista, sexista y patriarcal que aún no reconoce a las mujeres como un sujeto pleno de derechos. Como un individuo. Como un par de los hombres. Y lo peor, repito, es que muchas mujeres tampoco se consideran individuo pleno y también reproducen el modelo sexista. Por otro lado, tenemos un Estado cómplice y opresor, que silencia lo que debería expresar. Si el Estado colombiano asumiera realmente su responsabilidad en el bienestar de toda su población, propendería por una equidad de género y garantizaría la igualdad de oportunidades para las mujeres. Y de otro lado, no hay una política cultural que exija a los medios masivos informar con mayor respeto, asuntos que tengan que ver con lo femenino.

De forma que a través de una educación con perspectiva de derechos y de género, y de unos medios de comunicación responsables, sensatos y no sólo al servicio de los mercados, las niñas puedan educarse para aspirar mucho más que a ser reinas de belleza o modelos de pasarela al servicio de posibles maridos ricos. Para que sepan que por sus capacidades, inteligencia y no sólo por su belleza física, pueden garantizarse una vida digna y un futuro promisorio, donde la vida de pareja sea una elección y no una imposición por la precariedad económica.

El Estado colombiano tendría que garantizar a todas las mujeres que no serán víctimas de ningún tipo de crimen sexual por parte de ningún grupo armado o ningún hombre armado o desarmado. Pues a estas distintas situaciones subyace un modelo de dominación masculina que ha sido exacerbado en los últimos 10 años y que tiene como colofón, entre otras cosas, que en el imaginario colectivo sobresalga la idea de que la mujer puede ser objeto de cualquier tipo de mercantilización, agresión o perversión. El Estado es el primer responsable de este triste panorama femenino por acción o por omisión. En segundo lugar, un alto porcentaje de hombres que aferrados a su animalidad sexual, desean someter a todas las mujeres. Y en tercer lugar, están aquellas mujeres incapaces de valorarse como personas y que yuxtaponen a esa condición su feminidad sólo como un cuerpo consumible.

2 comentarios:

  1. Esto lo saben muchos hombres, pero es más aterrador aún, saber que hay todavía personas que caen en este círculo vicioso, que viene subliminalmente impreso desde la biblia, que hay también mujeres que en cierta forma, propician este comportamiento en los hombres, que sigueen el patrón -fútbol-mujeres-cerveza- para poder mantener su imagen ante los pares que le rodean.

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  2. por cierto, tambien tengo un blog si lo quieres visitar... http://revel-arte.blogspot.com

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