Buscar este blog

martes, 8 de noviembre de 2011

X Congreso Nacional de Sociología
Universidad ICESI, Universidad del Valle, Universidad del Pacífico.
2,3 y 4 de noviembre de 2010.
Mesa de trabajo: Perspectivas teóricas y aspectos metodológicos.

Subjetividades y Ciencias Sociales
Elizabeth Gómez Etayo
Universidad Autónoma de Occidente
egomez@uao.edu.co – titaetayo@gmail.com

Introducción

Nuestra tradición sociológica ha sido prolífica en enseñarnos a tomar distancia de nuestros objetos de estudio. Apelo a nuevas perspectivas sociológicas que proponen una mayor cercanía con tales objetos, donde estos se convierten en verdaderos sujetos de investigación. Inspirada y apoyada en el sociólogo portugués Boaventura de Souza Santos (2006), considero que es posible tener una proximidad crítica y no solamente una distancia crítica con la investigación y con la disciplina misma. Teniendo en cuenta esta consideración propongo reflexionar sobre la relación entre subjetividades y ciencias sociales. Tal reflexión la vengo desarrollando a partir de la experiencia en mi doctorado en ciencias sociales.


Es importante resaltar que la reflexión va en dos sentidos, por un lado en la comprensión de las identidades, identificaciones e individualidades sociales que emergen en la modernidad y que ha sido amplio tema de estudio de la filosofía y el psicoanálisis. Al respecto, reflexiono sobre las formas en que nos relacionamos con los objetos-sujetos de estudio. Pero además propongo también pensar sobre el lugar de los investigadores y las investigadoras en la pesquisa sociológica. En otras palabras, propongo reflexionar sobre el lugar del investigador social, como un lugar anímico, psíquico, emocional, personal y afectivo, en la práctica profesional, reflexiva, investigativa y académica, donde el investigador se devela también como sujeto investigado.

Las investigaciones, pues, nos hablan también del sujeto que investiga. Preso o inmerso en una telaraña de sentidos, sentimientos, sensaciones y no sólo de racionalidad. Estoy haciendo énfasis en pensar sobre la proximidad que se tiene con los objetos de estudio, pensarla críticamente y no sólo buscar distancia crítica de ella.

La diferencia entre Conocer y Pensar

Como punto de partida propongo pensar en la diferencia entre conocimiento y pensamiento. Entre conocer y pensar. Tal distinción ofrece un posicionamiento distinto frente al mundo y frente a la investigación social. El pensamiento es amplio, diverso, holístico y no necesariamente basado en el método científico cartesiano, por tanto, no va en busca de verdades y demostraciones, en tanto que el conocimiento necesita postular hipótesis y demostrar tesis.

La historia de esta diferencia la podemos rastrear desde Kant, entendiendo el conocer como el conocimiento científico. Para ampliar esta reflexión, cito a la profesora Amnéris Maroni, filósofa y psicoanalista brasileña, de cuya orientación fui beneficiaria en mi formación doctoral. Cito textual con traducción mía: “Según este autor, la necesidad urgente de la razón es más que la mera búsqueda y el deseo del conocimiento. El ser humano tiene necesidad de pensar más allá de los límites del conocimiento científico. Al distinguir el conocer del pensar, Kant abrió espacio para la revitalización del pensamiento. Muchos fueron los autores, filósofos y no filósofos, que se valieron de esa distinción. Martin Heidegger en uno de sus artículos tardíos (“Qué quiere decir pensar”) provocativamente afirma que la “ciencia no piensa”.” (Maroni, 2008).

La autora considera que a partir de tal provocación, psicoanalistas como Jung y Bion, se valieron para desarrollar la no fácil tarea de liberar el pensamiento de la ciencia. Apoyada también en el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, Maroni considera que la modernidad contó con una utopía racional, afirmativa y optimista, pero que hoy no atiende a las necesidades y desafíos de nuestro tiempo. En ese sentido, pensar es mantener la utopía a la orden del día.

Así pues, considero que las investigaciones sociológicas requieren no sólo de procesos de investigación científica dignas del conocimiento cartesiano, sino procesos hermenéuticos donde el pensamiento encuentre un asidero mayor y no esté preso de mandatos científicos. Esto no menoscaba el valor y la importancia del método, pues el método, entendido siempre como el camino, orienta la guía a seguir en la investigación sociológica.

Fue así que pude establecer un puente entre la investigación sociológica y los estudios de género. Específicamente entre la sociología de la violencia y la violencia de género. Reconociendo que este tipo de investigaciones requerían mucho más que un método científico usado con rigor.

Experiencia investigativa en la Maestría en sociología


En junio del año 2000 protagonicé una escena de violencia de género, que tardé años en reconocer como mía, la situación tuvo como escenario la Costa Pacífica colombiana. Específicamente la población Bocas de Satinga en la costa Pacífica nariñense. Los hechos acontecieron cuando trabajaba en un proyecto ambiental. El proyecto terminó. Guardé silencio y regresé a Cali. En ese entonces mi práctica profesional estaba centrada en la intervención social y no en la vida académica ni investigativa.

En enero de 2001, 5 meses después de regresar del Pacífico, inicié la Maestría en Sociología en la Universidad del Valle. Durante los dos primeros años de cursar diversas asignaturas no tenía claro cuál sería mi proyecto de investigación. Debo reconocer que tuve grandes dificultades para esbozarlo. Siempre me iba por las ramas y no conseguía llegar a la esencia. Propuse inicialmente investigar sobre participación política y organización comunitaria femenina popular. Así, amplio, confuso y ambiguo. No sabía quiénes eran exactamente las autoras, sujeto de investigación y cuál era el problema a investigar.

Dando tumbos llegué finalmente a plantearme la pregunta por la violencia física contra mujeres en el ámbito familiar. Di muchas vueltas para llegar a identificar este problema de investigación, entre tanto, mi experiencia personal estaba totalmente escindida de mi práctica investigativa.
Mis profesores no me sugirieron en ese entonces bibliografía feminista y de género que considero pertinente y necesaria para abordar problemas de violencia de género. De hecho, siempre reclamé en sociología, desde pregrado hasta hoy, el estudio de mujeres sociólogas, que las hay, y/o de pensadoras sociales. En fin, he reclamado siempre por una formación también femenina en mi formación sociológica, y creo que esa ausencia no obedece solamente a criterios científicos y/o académicos. Ese, aunque parezca un asunto de otra naturaleza, es también un aspecto a reflexionar desde la relación entre subjetividad y ciencias sociales que estoy proponiendo. Los autores que leemos y las autoras que no leemos nos dicen algo o mucho sobre nuestra formación. Cierro este gran paréntesis y continúo con el hilo de mi reflexión.

En mi maestría en sociología investigué, pues, y desde la sociología, el tema de violencia física contra mujeres, investigué este tema con muy poco conocimiento de la teoría de género y apoyada especialmente, en diversas teorías sobre violencia en general. Durante los 2 años y medio que duró mi proyecto de investigación, no establecí ningún vínculo directo, quiero decir, reflexión, pregunta, duda, espanto, sorpresa, por lo menos no explícita, sobre la situación vivenciada personalmente en la Costa Pacífica Colombiana.

La tesis no fue sobresaliente pero tuvo el rigor conceptual y metodológico suficiente para hacerme acreedora al título de magíster en sociología. La investigación tuvo como soporte el trabajo de campo que previamente, desde la intervención social, había hecho en distintos sectores del Distrito de Aguablanca y en el barrio Terrón Colorado. Las historias que escuchaba, registraba, interpretaba e intentaba comprender, eran historias ajenas, historias de otras mujeres, historias de mujeres en los extramuros de la ciudad. No había relación con mi propia historia. Salvo una pequeña cercanía con el caso de una amiga licenciada en ciencias sociales, feminista y de clase media que quiso aportar su historia de violencia familiar para mí investigación, no solamente sin que yo se lo pidiera, sino además sin siquiera sospechar que ella, como seguramente otras amigas, hubieran pasado o estuvieran pasando por esa situación.

Su relato se constituyó en mi propia voz sin saberlo. Este vínculo que se establece entre investigador e investigado u objetos de investigación será mejor esclarecido con ayuda del psicoanálisis que más tarde vine a conocer.

Durante el proceso de investigación de la Maestría en Sociología, un amigo biólogo, con quien trabajaba en un proyecto de intervención social en el Barrio Terrón Colorado, me preguntó por qué investigaba este tema, ¿acaso yo había estado en una situación así? Me inquirió. El silencio avergonzado fue mi respuesta. Si, pero no. La violencia de género o mejor la violencia contra las mujeres, contra nosotras, genera a veces, vergüenza, y es mejor callar. Mucho más cuando se trata de una mujer estudiada, feminista y de clase media, como en mi caso.

Es decir, aunque es un lugar común decir que este tipo de situaciones o problemáticas se presenta en clases medias y altas, en diversos estratos socioeconómicos y en mujeres estudiadas, se sigue investigando mucho más en las periferias de las ciudades, entre las mujeres más humildes, marginales, analfabetas, como si esto trajera implícitamente, ya una posible explicación al problema multifactorial, y no entre nosotras, las que aparentemente no estaríamos en riesgo de este tipo de situaciones.

Los profesores, en su afán de ayudarme a construir mi problema de investigación, me insistían en perfilar la pregunta, en definir mejor el problema, en saber con más claridad qué quiero investigar, cómo lo voy a investigar, qué metodología y teoría voy a usar, en fin, como lo voy abordar sociológicamente, insistiendo siempre en que un problema social no es necesariamente un problema sociológico. Sin embargo, ninguno me preguntó usted por qué quiere investigar eso, qué la mueve o qué la conmueve. Pregunta que me parece fundamental para desentrañar una investigación. Para desenmarañarla. Pregunta que aprendí con mi orientadora de doctorado y que formulo ahora para mis estudiantes.

Experiencia investigativa en el doctorado en ciencias sociales

Hice doctorado en ciencias sociales en la Universidad Estadual de Campinas, Brasil. Durante los dos primeros años estuve bajo la orientación de una destacada antropóloga, que si bien abrió mi capacidad interpretativa hacia otros caminos antes no abordados por mí y me dio a conocer la teoría de género, aún no encontraba lo que estaba buscando. Esa búsqueda me llevó a conocer a la profesora Amnéris Maroni, filósofa, magíster en ciencia política, doctora en filosofía y psicoanalista.

La primera y única pregunta que la profesora Maroni hace en seminarios de investigación donde los doctores presentan sus avances, y por la cual se hizo famosa en el Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas donde estudié el doctorado, es: “usted por qué investiga eso”. Pregunta incómoda que dejaba a muchos sin un piso estable. Pregunta inesperada que escapaba a los cánones académicos cartesianos. Cuya respuesta no se agotaba en un simple porque quiero, porque me gusta o porque lo vengo investigando hace mucho tiempo.

Es una pregunta profunda que amerita silencio, reflexión, pensamiento, digestión, como diría Amnéris. Digestión. Esa pregunta debe ser digerida y su respuesta no necesariamente debe ser articulada claramente en público y quizás tampoco en el informe final de investigación, pero sí es necesario, importante y pertinente que el investigador se la haga, especialmente cuando su investigación no fluye o en el caso de jóvenes investigadores, cuando no saben qué investigar.
Esa pregunta nos remite a una dimensión psíquica, emocional, personal y afectiva como investigadores, apartándonos un poco de nuestra dimensión más racional, cartesiana y positiva o positivista.

Cuando tuve la oportunidad de hablar con Amnéris y de pedirle que fuera mi tutora fui, por supuesto, víctima de su pregunta. Usted por qué quiere investigar eso: Violencia contra mujeres. Y ahora en la perspectiva de los hombres y de las masculinidades. Para responder su profunda pregunta escribí un cuento. Primero en español y luego en portugués. La primera versión en español fue revisada por mi hermano mayor y me preguntó si era autobiográfico (Todos los cuentos y novelas de alguna manera son autobiográficos). Develando con su pregunta mi evidente incapacidad de escribir literatura, de poetizar o de metaforizar, tal como me cobraría posteriormente Amnéris, pues estaba claro que crear personajes notoriamente ficticios escapaba a mi imaginación, a mi imaginación literaria y estaba presa (quizás aún lo esté) sólo de mi imaginación sociológica.

Amnéris me dijo que íbamos a dejar el cuento en remojo por un tiempo y que me daría alguna bibliografía de psicoanálisis para rastrear conceptos como trauma y vínculo, que serían muy útiles para mi investigación. Me familiaricé con estos conceptos, como también con la diferencia entre vivencia y experiencia, basada especialmente en los filósofos de la vida, como Hannah Arendt y Walter Benjamín, para quien una de las grandes características de la modernidad es la pérdida de la experiencia. También leí a Jean Marie Gagnebin, reconocida como la más grande lectora, intérprete y traductora de W. Benjamin en Brasil.

De esta forma, incorporé los conceptos así: Tenemos muchas vivencias, pero pocas experiencias. Podemos pasar la vida entera sin tener experiencias. La diferencia fundamental entre una y otra, radica en la reflexión, en el pensamiento, en la elaboración que se haga de la primera. De esa forma, yo tuve una vivencia en el pacífico colombiano, que aún no convertía en experiencia, ni por haber pasado por una maestría en sociología eso fue posible.

Hacer experiencia implica sacar la vivencia de la oscuridad y del a veces triste lugar de los recuerdos. Traer esa memoria, como memoria viva, mirarla de frente. Hablar con ella. Familiarizarse con ella y aprender a verse como sujeto de investigación que investigando a los demás da cuenta también de sí mismo. La experiencia requiere pues, elaboración, reflexión, pensamiento, construcción, articulación. Decía Walter Benjamin que los soldados de la primera guerra mundial volvieron de la guerra ricos de vivencia pero pobres de experiencia, porque el impacto de la guerra los enmudeció. En el mismo sentido reflexiona Hannah Arendt sobre el holocausto nazi.

Las vivencias dejan traumas, que necesitan ser elaborados para que permitan hacer la experiencia. El trauma en silencio fortalece la vivencia, la recrudece, pero niega la experiencia. La experiencia arroja luz sobre la vivencia. Esa fue mi principal experiencia investigativa durante el doctorado: incorporar mi propia vivencia sobre una situación de violencia de género en un proceso investigativo que me dio más autoridad intelectual, por llamarlo de alguna forma. Un proceso investigativo donde me reconocí como sujeto también investigado, además afectada por el contexto, pensada, reconstruida y señalada por los otros.

Mi investigación de doctorado centraba su interés en la perspectiva de los hombres en la violencia de género. Llamándose inicialmente, masculinidades, poder y violencia, y posteriormente Narrativas sobre masculinidades y violencia de género. Durante el proceso investigativo, que tuvo un soporte teórico fundamental en el psicoanálisis y en la antropología, pude reconocer el masculino psíquico que me habita y desde allí relacionarme de otra forma, puedo decir de una forma más amplia y comprensiva, -comprensiva en el sentido weberiano-, con los hombres agresores sujetos de mi nueva investigación, como también hacer nuevas interpretaciones de la tesis de maestría donde investigué violencia contra mujeres en la perspectiva de las mujeres agredidas.

La experiencia como profesora

Entre junio de 2010 y junio de 2011 fui profesora de la carrera de sociología de la Universidad de Caldas. A pesar del corto período en Manizales, tuve la oportunidad de construir vínculos profundos, vínculos afectivos y académicos muy importantes, que no me permitieron venir sola a Cali, donde vivo y trabajo ahora, sino acompañada de cinco proyectos de investigación en sociología que confían en mi orientación bajo la perspectiva amnerística (de Amnéris) y que paso a describir brevemente.

En el primer semestre de ese año, durante el curso de Sociología de la cultura I, pude discutir con los estudiantes sobre distintos objetos de investigación sociológica que también son sociología, valga la gran redundancia, pero que ellos dudaban de que sí fueran. Acostumbrados a una sociología clásica y presos en el siglo XIX, temas de la cotidianidad, de sus entornos sociales y afectivos más inmediatos, y, de su interés no encontraban asidero en su formación sociológica. Sus vidas estaban escindidas del hacer sociología. El curso fue rico en ejemplos y discusiones que tuvieron continuidad en el semestre siguiente en el Sociología de la Cultura II y en el seminario de trabajo de grado que empecé a orientar.

Todos los proyectos de investigación que surgieron y que ahora están bajo mi orientación tienen para un claro y común denominador, aunque en apariencia sean diversos y dispersos. Ellos tienen en común la pasión. Sí, la pasión que los y las estudiantes consiguieron identificar y que los movía a investigar eso y no otro problema.

Insistí con mis estudiantes en que sería mucho más rico, divertido, apasionado y por tanto productivo si investigaran algo que les moviera el alma profundamente, algo que tuviera que ver con ellos y ellas, algo por lo cual serían capaces de trasnochar, si era preciso, leer desbordadamente lo que fuera necesario, y que, bajo mi orientación como tutora de sus trabajos de grado, quería acompañar esa búsqueda. De forma que sus trabajos de grado se convirtieran en una experiencia significativa de sus vidas además de ser su requisito para convertirse en futuros sociólogos y sociólogas.

Los temas son: 1. Consolidación del campo teatral manizaleño. Este estudiante, que adora el teatro y que vibra en cada Festival Internacional de Teatro en Manizales, dudaba que pudiera hacer una sociología y buena sociología del teatro. En este momento ha descubierto que hay una sociología del teatro, bautizada con ese nombre y ampliamente estudiada en Francia y en Argentina, inclusive con nombres de cátedras así: Sociología del teatro, a cuyos contenidos ha logrado acceder. ¿Cómo se ve la sociedad manizaleña desde la óptica del teatro? Es una pertinente pregunta que está siendo sofisticada, transformada, repensada en la pluma de Sebastián.

2. De irrupciones e interrupciones. Se propone construir una perspectiva no feminista, no jurídica y no moralista del aborto. Esta estudiante estaba investigando, antes de encontrar su propio proyecto, sobre la incidencia de la violencia paramilitar en la vida cotidiana de las mujeres de una pequeña población del Departamento de Caldas. Pero también la inquietaba la proximidad con el aborto en su vida universitaria. Proximidad que se alimentaba permanentemente con casos más cercanos de historias sobre irrupciones e interrupciones. La estudiante establece un hilo conductor en sus búsquedas: la fragilidad de la vida y el límite borroso con la muerte. Tanto las mujeres víctimas de violencia política en una apartada zona de la cordillera central, como sus colegas universitarias, tienen algo en común: esa fragilidad de la vida. Y para reflexionar al respecto decidió quedarse con los casos más cercanos que le permitan pensar con una proximidad crítica sobre esa forma de interrupción de la vida.

3. El concepto de progreso en los adultos mayores en Manizales. Tuve la triste oportunidad de acompañar inminentes desalojos en la comuna San José de Manizales, zona donde se está ejecutando el Mega Proyecto de Reforma Urbana, plan que se articula con las estrategias de las eufemísticamente llamadas ciudades amables y que recorre buena parte de la geografía nacional. Una estudiante que hacía trabajo de campo en ese sector, mirando como desalojaban a la población, percibía que los niños y los viejos no eran consultados por nadie, ni por las trabajadoras sociales contratadas por la Alcaldía para convencer a la población que llegara a un acuerdo de venta sobre su predio, ni por los constructores, obviamente, encargados del megaproyecto.

El progreso es una cuestión de jóvenes, clase media o alta, de hombres que piensan y deciden sobre las ciudades y en general sobre el hábitat para los otros. Esos niños y viejos de San José estaban por fuera del progreso, tal como su madre y su hijo. Ella le daba vueltas a las pregunta sobre por qué le impacta tanto, en estos procesos de desalojos la suerte especialmente de los “viejos”. Un buen día todo cobra sentido y ve en esos viejos excluidos a su propia madre. Y cambia de proyecto de investigación, cuando antes daba tumbos entre pobreza, procesos de reciclaje, espacio urbano, entre otros, en ese mismo sector.

4. Representaciones sociales que el personal de salud y educación tiene sobre la discapacidad cognitiva. La estudiante encargada de este proyecto tiene una discapacidad física-motora y su hermana tiene una discapacidad cognitiva. Su madre ha fundado una organización para la educación de personas con discapacidad cognitiva. En un principio creí que Catalina iba a ser su monografía sobre su propia condición, pero la conmueve mucho más saber cómo se ve el mundo desde la perspectiva de alguien con síndrome de down. Cómo rastrear estas historias, cómo dar cuenta de estas vidas. Sólo con una proximidad crítica como la que puede tener Catalina. Inicialmente quiere saber cómo la sociedad los ve, a partir de la representación que personal de salud y de educación tienen sobre esta población, pero abrazamos también al idea de que sería muy bonito, interesante y sociológicamente pertinente, como se ve el mundo racional con los lentes de la discapacidad cognitiva. Como nos ven los que creemos que no piensan como nosotros, pero sienten, sueñan, vibran, aman. Ya veremos. El proyecto está andando y Catalina tiene esa pasión.

5. Transición femenina Kamentsá: entre la tradición y la modernidad de una comunidad indígena en el sur de Colombia. Loly Nereyda Juajibioy Muchachoy, es el nombre de esta querida estudiante, quien también hace parte de la comunidad indígena Kamentsá. Cuando evalué su proyecto ella pretendía investigar sobre cómo se ha transformado el habitus político de las mujeres en su comunidad; su perspectiva teórica era, por supuesto, Bourdieu. ¿Cuál es la pertinencia de Bourdieu para aproximarse a la comunidad indígena Kamentsá? Y especialmente ¿a las mujeres? Fue mi primera pregunta y sorpresa. En mi primera sesión con Loly le pedí que me hablara de ella, de su mamá, de su abuela, de su familia. Y Loly terminó hablando, por supuesto, de su comunidad en general, pues toda su familia era a la vez parte de la comunidad indígena. Ella quería investigar sobre la participación política de las mujeres en su comunidad, al considerar que era lo políticamente correcto y/o pertinente. Sin embargo no era su pasión y por tanto, me atrevo a decir, su investigación no fluía.

Sin embargo, cuando le dejé de tarea que hiciera una etnografía del alma, tal como le pedía mi profesora Amnéris a sus estudiantes y tal como me pidió a mí, el resultado fue, no solamente bello, sino de gran valor sociológico, por la riqueza etnográfica que Loly consiguió. En ese diálogo pude orientarle sobre varios aspectos que debería mejorar para no quedarse en las anécdotas familiares, pero había en su relato un camino etnográfico trazado, de gran riqueza descriptiva, que le permitió a Loly ver la relación entre la sociología y su propia vida. Fue posible estudiar, aunque fuera en la recta final de su carrera, una sociología en contexto, pues considero que es mucho más importante que Loly sea una socióloga en su comunidad y para su comunidad, que una socióloga que recite y demuestre la teoría de Bourdieu forzando conceptos a realidades que no siempre se corresponden. Loly empezó a tener, como yo y como sus colegas, una proximidad crítica y dejó de insistir en la distancia crítica.

Para la discusión

El método autobiográfico contribuye en los debates sobre las ciencias sociales discurriendo sobre el lugar de la subjetividad en la investigación científica social (Maroni, 2008). Si me permiten el término, se trata de hacer una etnografía de la memoria, y rastrear en la propia narrativa los motivos e intereses que conducen al investigador a construir su pregunta de investigación.

En mi experiencia de doctorado el coraje me fue habitando; fue apareciendo en medio de un permanente devaneo entre un silencio avergonzado y la voluntad de encarar el ridículo. Advierto a mis estudiantes sobre esa duda, que también amerita reflexión, pues las dudas siempre nos acompañarán. ¿Hasta dónde debemos aparecer? ¿Hasta dónde se debe traer la experiencia personal? ¿Es necesario? En algunos casos, no pocos, es muy necesario, en otros, no. No porque la vivencia personal sea más o menos importante que otras, sino por lo que ella permite reflexionar, buscar sentido y construir experiencia.

El método autobiográfico en la investigación sociológica propone que seamos sujetos más integrados, menos escindidos, donde las investigaciones sociales se integren a la vida personal, social, cotidiana, particular de forma que la mirada sobre los objetos-sujetos de investigación sea más amplia, compleja y coherente.

Quiero cerrar esta intervención con una cita de los profesores Luis Eduardo Mora-Osejo, Biólogo, y Orlando Fals Borda, sociólogo, quienes juntos escribieron un artículo para la Academia Colombiana de Ciencias Exactas físicas y Naturales, llamado: “La superación del eurocentrismo. Enriquecimiento del saber sistémico y endógeno sobre nuestro contexto tropical”, y que nos aporta una perspectiva interesante para el debate que aquí propongo:


"Tan elevado aprecio por el conocimiento originado en Europa, de frente a las realidades naturales, culturales y sociales, de ese continente, impide percibir las consecuencias negativas que ello implica cuando se transfieren y se intenta utilizarlos para explicar realidades tan diferentes, como las que son propias del medio tropical complejo y frágil, y sobre todo tan diferentes al de zonas templadas del planeta. Quizás, por esto mismo ni siquiera en nuestras universidades, y menos aún en los centros tecnológicos, educativos y culturales perciben la urgente necesidad de nuestras sociedades de disponer junto con el conocimiento universal, conocimientos contextualizados con nuestras realidades singulares y complejas". (Fals Borda, Mora-Osejo, 2002:7).

Bibliografía

BENJAMIN, Walter. (1985) Magia e Técnica, Arte e Política. Ensaios sobre literatura e história da cultura. Obras Escolhidas, Volume 1, São Paulo, Editora Brasilense.

DE SOUZA–SANTOS, Boaventura. (2006) Pela mão de Alice. O social e o político na pós-modernidade. 11ª edição. Cortez Editora, São Paulo.

FALS Borda, Orlando, Mora-Osejo, Luis Eduardo. (2002) La superación del eurocentrismo. Enriquecimiento del saber sistémico y endógeno sobre nuestro contexto tropical. En: Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Bogotá, Editora Guadalupe.

FAVRET-SAADA, Jeanne. (2005) “Ser afetado”. Tradução de Paula Siqueira. Em: Cadernos de Campo. No. 13, pp.155-162.

FERENCZI, Sandor. (2003) Obras completas. Psicanálise IV, São Paulo, Martins Fontes.

FIGUEIREDO, Luis Claudio. (2003) Elementos para a Clínica contemporânea. São Paulo: Escuta.

GOLDMAN, Marcio. (2006) Alteridade e Experiência: Antropologia e teoria etnográfica. Em: Etnografia, Vol. X (1), pp.161-173.

GOMEZ-ETAYO, Elizabeth. (2006) Entre amores y moretones. Violencia contra mujeres en el ámbito familiar. En: Revista La Manzana de la Discordia, Universidad del Valle.

GREGORI, Maria Filomena. (2003) “Relações de violência e erotismo”. Em: Cadernos Pagú (20), Universidade Estadual de Campinas.

MARONI, Amnéris Ângela. (2008) Eros na passagem. Uma leitura de Jung a partir de Bion. São Paulo: Ideias e Letras.

_______________________ (2008) E por que não? Tecendo outras possibilidades interpretativas. Aparecida, SP: Idéias & Letras. (Coleção Psi-Atualidades,11).

POLLAK, Michael e HEINICH, Nathalie. “Le Témoignage”. Em: Actes de la Recherche. No. 62/63, Juin 1986, Págs, 3 -29.

RICOEUR. Paul. Tempo e narrativa. Campinas, Papirus, 1994. 327 p.

No hay comentarios:

Publicar un comentario